jueves, 31 de julio de 2008

Jules Renard



Borges quería quitarle importancia a Gómez de la Serna diciendo que sólo le había puesto el nombre a las gregerías, que inventarlas las había inventado Renard. Cosas de Borges, Renard también es estupendo:


-El estilo es la palabra que falta, la que queda importa poco.

-Escribir es una forma de hablar sin ser interrumpido

-Hay personas tan aburridas que pueden hacernos perder un día en cinco minutos.

-Dios, ese al que todo el mundo conoce de nombre

-Si tengo talento me imitaran. Si me imitan, me pondré de moda. Si me pongo de moda, pasaré de moda. Por lo tanto es mejor que no tenga talento.

-Cuando pienso en todos los libros que me quedan por leer, tengo la certeza de ser aún feliz.

-Estás como alguien que pide un café hirviendo y luego lo deja enfriar.

-Cuarenta años es la edad a partir de la cual no se puede esperar vivir más del doble.

-Lo que distingue al hombre de los otros animales son las preocupaciones financieras

-Con prudencia, puedes cometer todo tipo de imprudencias.

-Yo no me ocupo de política
-Es como si me dijeras: Yo no me ocupo de la vida

-¿Y tú trabajas?
-Yo ensayo cómo trabajar: es bien difícil.

-La pereza no es más que el hábito de descansar antes de estar cansado


La imagen se la he pillado a Bárbara, aprovecho para recomendar su blog,
Dame una tregua. Ni Sonia ni yo habíamos visto antes esa imagen, será coincidencia o bien sincronía.

Otra cosa, la traducción es mía, habrá gazapos. Y otra más, mi suegro, el gran Paco Lobera siempre me decía: ¡qué bueno es descansar después de no hacer nada! y me parece la frase más redonda que la de Jules Renard

martes, 29 de julio de 2008

El verano es un lugar



¡Tuve unas ganas siempre de describir el corral de la tía Leontina!, era una jugada magistral de la arquitectura más pobre aquel establo convertido en un pasillo estrecho, asimétrico, enjalbegado, con techo y travesaños de madera y todo, que daba a la acequia, resultaba muy emocionante llegar al campo sin salir a la calle, por la puerta que daba directamente al agua, cuidando para no patinar con el jabón de tajo y la tabla de lavar.

La tía Leo siempre cocía judías verdes en el garaje, en los veranos de mi infancia nunca hubo dudas sobre qué había de primer plato: judías verdes recién cogidas. De la vía del ferrocarril hacia abajo tampoco había dudas sobre el horario. Los de campo comen a la una pase lo que pase, y después de las tres el mundo se paraliza.

Escaparnos a casa de la tía Leontina o de la abuela, cruzar la vía, ir a un lugar sin pisos ni coches, al campo, era una fiesta sobre todo porque no teníamos que dormir la siesta. Acabábamos de descubrir que dormir la siesta no era obligatorio, nos dijo la tía de nuestras madres:

-Esas dos lo que quieren es tomarse el café y el cigarro bien tranquilas tontos, en el arrabal no es obligatorio dormir la siesta, cuando no queráis dormir la siesta os bajáis aquí

Había siempre tomate para embalar y se nos hacía una costra verde en las manos buenísima para jugar a ser reptiles (y la mancha del tomate solo se va estrujando un tomate). Me sigue pareciendo el mejor de los perfumes el olor de las tomateras, ahora que casi no huele nada y apenas nos damos cuenta de todo lo que ha cambiado.

La tía nos dejaba salir desde el corral, por aquella puerta, al campo, y pasar la tarde a remojo, remontábamos la acequia deslumbrados por el sol de justicia y aquella quietud de las tres de tarde, hasta que alcanzábamos, sin salir del agua, la sombra del melocotonero del campo del abuelo, el del Puente la Caña, estratégicamente situado para comernos el postre desde el agua, esta vez sin madres hablando de la digestión

Me vuelvo al velatorio de la tía Leontina, he huido porque había mucha gente, David y Javi no se acordaban de nada, luego he intentado abrir la puerta de la acequia y no me he atrevido, estaba atrancada con un palo y no tengo ni idea de qué hay ahora detrás: volveré a intentarlo.

P.D. Cuando nos hemos quedado un momento a solas le he pedido a Elisa que me abriera la puerta del corral. Se ha negado.

-Es que te vas a deprimir más, mejor que no vuelvas a salir por ahí, ahora solo hay una calle peatonal.

A las dos nos hubiera gustado subirnos al último peldaño de la escalera del corral, otro lugar simbólico para la familia, de retiro, para hablar a solas de su madre, pero somos una tribu enorme y era la hora de preparar café y pensar en la comida para los que vienen mañana.
-¿Y mañana para comer?
-Tu madre se encarga, judías verdes.


La amapola es de Mapplethorpe, las amapolas le gustaban a la tía Leontina, eran lo que habia.

domingo, 27 de julio de 2008



allí arrepentimientos no valen , sufrimientos no aprovechan

Luis Buñuel La vía Láctea

(
25 años ya de la muerte de Don Luis. No soy muy admiradora yo, y los excesos de admiración me irritan; hasta que los cometo,con él tengo la impresión de que era, además, mi tío)

viernes, 25 de julio de 2008

Aiwa




La sorpresa de la semana pasada. Una mezcla de jazz, hip-hop y música árabe hecha por franceses que me encandiló.

Hoy ha venido Sonia, a ver que nos depara la noche.

jueves, 24 de julio de 2008

Los otros





Nunca están cuando te necesitan; imagínate si fuera al revés.

Antonio Manuel Fernández Morala


La imágen es de Paul Klee y la frase la encontré en Isla Kokotero

miércoles, 23 de julio de 2008

Constricción nº2: Por qué no escribí ninguno de mis libros




Lo que más me gusta del Oulipo es la dadivosidad. Regalan las fórmulas, explican los pasos, muestran la tramoya y airean sus procedimientos.

En la constricción nº 1 me refería a "Cómo escribí alguno de mis libros" de Raymond Roussel
En la constricción nº 2 la propuesta es más universal, podemos utilizarla casi todos, cuanto más ágrafos más peculiares serán los resultados: "Por qué no escribí ninguno de mis libros" es una respuesta a Raymond Roussel de Marcel Bénabou.


Ahí van algunos fragmentos:

Como era previsible, busqué mis yacimientos principales por el lado de la literatura llamada personal. Pero el placer que experimentaba leyendo los diarios, las memorias o la correspondencia epistolar de los grandes escritores no solía durar demasiado. Al principio, me tranquilizó hallar, en todos aquellos que habían conseguido dejar una obra, rastros de dudas, de insatisfacciones, de momentos de auténtica desesperación, que me los hacían fraternales. Pero después este sentimiento se desvaneció. Si hasta ellos, me decía, han sufrido tanto, ¿qué te pasará a ti? Con mis grandes modelos sólo tenía, en suma, dos puntos en común: las dudas antes de la escritura, la incertidumbre después. Pero lo que había entre una cosa y la otra seguía fuera de mi alcance


De todos los hechos oscuros, o en cualquier caso mal aclarados, de mi pasado, el más sorprendente para mí todavía sigue siendo éste: ¿por qué creí un día que tenía que escribir? Una pregunta sencilla, obvia en apariencia, pero he necesitado mucho tiempo para sentir la necesidad de planteármela. Sólo tras una primera y larga serie de intentos abortados apareció la duda sobre la legitimidad de mi vocación, y se me ocurrió interrogarme sobre los orígenes de lo que, hasta entonces, había considerado una determinación independiente de mi voluntad. Pero, una vez surgida, esta interrogación ya no desapareció jamás; en determinadas épocas, lo esencial de mi quehacer consistió en darle respuesta"


Por lo tanto, escribir que se querría escribir, ya es escribir. Escribir que no se puede escribir, también es escribir. Una manera como cualquier otra de llevar a cabo el vuelco que da pie a tantos propósitos audaces: hacer de lo periférico el centro, de lo accesorio lo esencial y de la arenilla la piedra angular. Sabía por lo tanto lo que tenía que hacer: dar una especie de golpe de mano mediante el cual había que conseguir otorgar una existencia ficticia a unos libros que no existen realmente y, gracias a ello, conferir una existencia real al libro que trata de esos libros ficticios. Un proceder en suma que se asemeja al que conduce al cogito cartesiano: en el momento preciso de dar fe de mi inaptitud para la escritura me descubriría a mí mismo escritor, y de la ausencia de mis obras fallidas se nutriría éste. Hermoso ejemplo de esa estrategia del quien-pierde-gana, de esa proeza dialéctica que convierte una acumulación de fracasos en un camino hacia el éxito. ¡No será que no nos han repetido que Sísifo se pasaba el día haciendo músculos!


(La historia de estos dos libros me recuerda siempre a la de unos conocidos míos, íntimos amigos, que bautizaron a sus hijas con días de diferencia: unos la llamaron Elia y los otros Noelia. Los caminos de una silaba son insondables, imagínense luego que las chicas son amigas, ¡qué conversaciones telefónicas!, ¡qué montón de trabalenguas!
Los peces son de Miquel Barceló

martes, 22 de julio de 2008

¿Cómo me gustaría ser de mayor?




Viene siempre los domingos, con su marido y su hija, a la misma hora, las doce y diez. Hacía casi un mes que no nos veíamos y nos hemos dado una gran alegría. No sé como se llama. Tiene unos ochenta años y es guapísima, me recuerda mucho a la tía Aurora. Son mujeres majestuosas, elegantes por fuera y por dentro, sabias. Huele muy bien, lleva vestidos alegres, compra muchos periódicos, es una interlocutora estupenda.

-Ya pensaba que habías desaparecido, hace un montón de fines de semana que no te veía-me ha dicho.

Y luego me ha explicado como ¡por fin!, ha podido ver el gladiolo en el puente de Zaha Hadid

-Yo dispongo todo mi tiempo pensando en hacer huecos para la lectura-me cuenta- se me disputan libros y periódicos, los periódicos son un vicio que me quita muchas horas. Pero encontré un domingo un rato y puse unos gladiolos en el pueblo. Si hubiera sabido que estabas te hubiese traído un buen ramo, pero no estaba segura, a la vecina se lo he dejado. Como te decía me lleve un gladiolo a Zaragoza y cuando me quedé sola lo puse hacia arriba en la mesa de la cocina; te aseguro que tuve una visión: ¡pues claro que es un gladiolo el puente de la Hadid! El puente la mora lo llaman los taxistas, eso sí, esta vez con admiración. ¡Es precioso ese puente!

Estoy totalmente de acuerdo y tengo ganas de encontrarme con un gladiolo,llevo toda la semana bailando casi debajo del pabellón puente y estoy como mi amiga de los domingos, fascinada por El puente la mora


P.D estoy de buena racha, ha venido la tía Aurora de Barcelona, no ha podido vender la casa, volveremos a Tabuenca

viernes, 18 de julio de 2008

Conciertos y momentos de absoluto: Roberto y Paul Weller




El miércoles sonó otra vez ese acorde capaz de atravesarnos la biografía (cómo no nos vamos a encontrar si tocaba Paul Weller). Se nos independizó primero la cabeza y luego el cuello, y enseguida siguieron un píe y una mano.

Y Roberto me oyó cuando pensé:

-Si uno de los dos no sale corriendo no podremos parar

Por algo decía siempre que nosotros nos habíamos casado para poder beber agua de la botella a morro sin broncas y para poder bailar a cualquier hora


miércoles, 16 de julio de 2008

Además de salvarnos del naufragio, este mes podemos mirar el mar con un calidoscopio




En el Calidoscopio de este verano está el mar.


...y Mark Rothko y Rimbaud con un interesante desconocido: Michael Andrews. También hay un monje y un globo en una playa. Villa Matas convoca a Benet y a Melville ( siempre hay que seguir hablando de Moby Dick, y del capitán Achab, y de Baterbly sobre todo) y hay que seguir repitiendo como si fuera un mantra: preferiría no hacerlo. Medio giro, dos clics y otro gran salto: Nos vamos a las duras playas sicilianas de 1948 con Visconti y con un personaje al que: no le importa que domine el pensamiento de la miseria que impide la metamorfosis. Quiere desafiar la realidad y transformarla. Luego ¡que alivio las coincidencias!, alguien que está tan harto como yo de las olas laaaaargas de la Jurado...y me voy a seguir leyendo. También he visto que hay esculturas subacuaticas.

martes, 15 de julio de 2008

¡Arriad el foque!





Acabo de encontrar este cuento y seguro que lo he encontrado para una chica que está maquetando el mar para el número especial y que siempre anda bien pertrechada entre diccionarios, contra los naufragios.

(como desagravio por el plantón en el desayuno virtual)

¡Arriad el foque!

¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entre tanto, la tormenta arrecia y lo marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio

Ana María Shua

lunes, 14 de julio de 2008

¿Menosprecio de corte y alabanza de aldea?



El pueblo de al lado está a tres kilómetros por el camino, mi padre es de allí, ellos no son un pueblo, llevan toda la vida repitiendo que son barrio: pertenecen a la capital (aunque nosotros estamos más cerca) Ellos no son agrícolas, siempre fueron industriales, más glamurosos. Ellos no tienen historia, como su propio nombre indica: Casetas. Octavus es de fundación romana. Los dos lugares tuvieron durante muchos años el mismo censo de habitantes: 2500, y se dedicaron a simbolizar dos mundos irreconciliables. Luego llegó nuestro gobernador de fuelles y paraguas, Pascual, y desfizo el entuerto. Ahora en Utebo hay 16.000 almas y los caseteros siguen igual.

¿Por qué les ha sucedido esto?, se preguntan cuando tienen que agachar las orejas y venir a nuestro teatro, a nuestra sauna y a nuestro restaurante chino y han tenido que dejar de llamarnos pueblerinos al unísono.

Pues yo lo sé. Por el reloj. Por ese reloj parado a las cuatro y veinte desde hace treinta años que tienen en medio del pueblo (perdón; barrio). Como soy un hibrido colaboro con el enemigo y (eh Juana) llevaba años advirtiendo:

-Hasta que no pongáis el reloj en marcha aquí no va a pasar nada.

La semana pasada me llamó el señor Almenara: esta semana van a dejar se ser las cuatro y veinte en Casetas y tenemos que celebrarlo. ¡Por fin!. Digo yo que me he ganado una cena.

viernes, 11 de julio de 2008

Mis tías se van a Rusia



Ya he hablado de la tía Marisa, esa mercera que leía compulsivamente delante de una estufa de butano y despedía a los clientes mirando por encima de las gafas si la interrumpían. Lo que no conté es qué estaba leyendo: estaba leyendo a los rusos.

Dos manzanas más allá tenía la zapatería mi tía Emma, su cuñada, la recuerdo saliendo por la puerta grande hacia Rusia después de: haber preparado seis o siete bocadillos de chorizo, haberle parado un ataque de asma a Elena, haberme sacado de la acequia en un brazao (fue día que soltaron sin avisar el agua y el susto me debió fijar la memoria) todo esto mientras vendía dos pares de zapatillas, sacaba y metía trescientas cajas y escuchaba en el altillo a siete niños gritando. Bueno, pues yo la recuerdo diciendo: ¡se acabo! Se sentaba, encendía un cigarro, cruzaba las piernas y se ponía a leer, ¿a quién?: a los rusos.

Recuerdo también cuando compraron en dos volúmenes no sé qué de Dostoievski, creo que fue El idiota. Las dos querían el primero, claro, y Emma, que siempre prueba la resistencia de los demás decía:

- Qué más da Marisa, empezar una historia en un momento o en otro, es la misma historia, ¡pues vaya problema empezar por el segundo tomo!, yo me lo quedo, a nosotras no es el final lo que más nos interesa. ¿Cuándo ha sido el final lo importante con los rusos?

No abundaban los libros, siempre he creído que eso abre las fauces, se prestaban pero se cuidaban mucho. De algún modo cada uno cuidaba el suyo. Mi madre cuidaba un Quijote, mi padre las obras completas de Jardiel Poncela y mis tías a todos los rusos, pero ese es otro tema.

En verano me quedaba en la tienda de arriba, que estaba en casa de Marisa; El Trópico llego a tener sucursales. No iba nadie y yo siempre tuve este vicio de estar sola, y lo más importante: allí estaban los rusos. Un día estaba hirviendo agua para un té y el loro, que es de mi tío Marino, que fue también quien le puso el nombre y ambiente a la mercería, se cayó en el agua hirviendo. Mientras intentaba salvarlo se mojó el ejemplar de un ruso y yo no sabía si lo sentía más por el loro: ¿cómo actuar con un loro al que se le caen las plumas?, o por haberle escaldado a un ruso a la tía Marisa.

Marisa ha traspasado la tienda, se acaban esta semana cincuenta años de “El trópico” sobre los que podría escribir una novela que solo me interesaría a mí. Ha decidido que todo lo que saque de los saldos va a ser para el viaje a Rusia, se va a Rusia, lo primero es irse a Rusia, con Emma, claro. Ahí estamos las sobrinas acumulando ropa interior, laca de uñas, bañadores premamá y un montón de cosas innecesarias, ¡para el viaje de las tías a Rusia!

Ellas releen, exclaman Rusia y sonríen, miran mapas, recuerdan nombres de políticos, de músicos y de zarinas, sus maridos ni siquiera han intentado decir que las acompañan.

-Marisa, tiene que ser en invierno, y con la memoria fresca no te despistes, dice Emma; ¡nos sentiremos como dos espías trasnochadas cruzando la plaza roja!

-¿A que sí?

Le sonríe la otra

P.D. El loro sobrevivió, ahora tiene cuarenta y siete años y sigue odiando a las rubias, sobre todo si leen a los rusos en El trópico, sigue vagando a su aire por la mercería, de vez en cuando interrumpe y la otra le da un manotazo. La naturaleza es sabia y nos junta con nuestro contrario.


Imagen Delaunay

martes, 8 de julio de 2008

constricción nº1: buscando claves se encuentran llaves




O bien, El secreto de Raymond Roussel según Michel Foucault

La primera frase "Siempre me propuse explicar como escribí algunos de mi libros" indica claramente que estas relaciones no fueron accidentales ni establecidas en el último momento (...) y como esa revelación de último momento y de primer proyecto forma ahora el umbral inevitable y ambiguo que introduce en la obra terminándola, se burla de nosotros, sin duda: al dar la clave que desorganiza el juego traza a la vez el segundo enigma. Para leer la obra nos recomienda una conciencia inquieta: conciencia en la cual no es posible descansar, dado que el secreto no se puede hallar, como en esas charradas o adivinanzas que tanto le gustaban a Roussel: el secreto es descompaginado, y lo es cuidadosamente, para un lector que hubiera renunciado a la partida antes de terminar el juego. Pero es Roussel mismo que ha renunciado por el lector, al forzarlo a conocer un secreto que él no reconocía, a sentirse dentro de una especie de secreto flotante, anónimo, dado y retirado, nunca enteramente demostrable: si Roussel dijo alguna vez que había un secreto, se puede suponer que lo suprimió radicalmente al decirlo y al decir cuál es; o, igualmente, que lo desencajó, lo indagó y lo multiplicó al mantener en secreto el principio del secreto y de su supresión. Aqui la imposibilidad de decidir expone cualquier discurso sobre Roussel no sólo al riesgo común de engañarse, sino también al otro, más refinado, de ser engañado. De ser engañado no tanto por un secreto, cuanto por la conciencia de que lo hay


A mi me pasa como a Roussel, me gustan las adivinanzas, y este verano me voy a descansar a un lugar aséptico, dónde la clave es el juego, sin estanques emocionales, una gran finca literaria: EL OULIPO.

La lámpara maravillosa, que me viene como anillo al dedo es además de un amigo, de Javier Seco.

domingo, 6 de julio de 2008

Vivir mirando mirar




Quizá influyó haber encontrado esa exposición por sorpresa, pudo ser que por eso nos impresionara tanto. Paseábamos por Santander sin rumbo y nos atrajo el Palacete del Embarcadero, entramos y nos quedamos anonadados. José María Sicilia había pensado los cuadros para aquel lugar, eran solamente unas líneas rojas en un hexágono blanco abierto al mar, pero había una precisión en las manchas, un control en aquel aparente accidente, que nos dejó clavados en el sillón que había en el centro. Nos quedamos mucho rato y la perplejidad fue ocupando el espacio entero; la nuestra y la del guardia de seguridad, que no entendía como podíamos llevar tanto rato allí.

-A mi esos manchurrones me ponen histérico

Nos dijo cuando llevábamos más de medía hora solos y ya estaba a punto de cerrar.

-¡Y pensar que me queda aún un mes!

Suspiró.

- El oficio lo aguanto bien, ¡y me ha tocado ver cada cosa!, pero esto, ¡esto es excesivo!, exclamaba extendiendo los brazos en las seis direcciones al mismo tiempo para convencernos de que no exageraba: ¡esto!, ¡esto!, ¡esto!; ¡es que no tiene nombre!

Aquel hombre sufría de verdad. Y nosotros sabíamos que nos había visto disfrutando; llevaba un rato mirándonos mirar. Y también sabíamos que lo que nos pedía era una explicación, o un milagro, una revelación que le ayudara a sobrellevar las horas que le quedaban por delante. Fuera para lo que fuera, comunicarse era lo que quería, y había hecho un esfuerzo, no parecía una persona extrovertida.

Nos quedaban unos quice días más en Santander y el tema no dejó de rondarnos. Paseábamos y paseábamos y a los dos nos apetecía volver a pasar por el embarcadero, pero seguíamos sin saber qué decirle a aquel señor, ¡no sabíamos ni cómo mirarlo!

Días antes de irnos, por fin, dimos con el quid. Aún pudimos ir un par de veces más a ver la exposición y nos volvimos a sentar un rato. No sé si le hicimos creer que habíamos vuelto porque pasábamos por allí, para charrar, para saludarlo. Era un hombre muy agradable.


El cuadro, claro, es de José María Sicilia y se titula Una luz que se apaga

viernes, 4 de julio de 2008

Las dulces noches del pantano de Lanuza






He tenido la suerte de estar siempre rodeada de melómanos, pero de todos los que he conocido, si tuviera que poner a alguien en la cúspide, elegiría a Javier Losilla: ¡qué oído!

Acabo de leer que dice de
Pirineos Sur: Uno de los acontecimientos más completos del verano europeo. Sí, europeo.

Y por algo lo dice.

Desde aquí apenas hay que preparar la expedición, hay hora y media en coche, eso sí, la tienda de campaña está mucho mejor en el maletero durante todos los meses de julio. Aunque ahora tenemos la casita de madera de la prima Sandra a quince minutos del pantano, y para empezar Mapi se apunta la semana que viene.





Bidinte - ami cu awini

jueves, 3 de julio de 2008

Yo de oficio me pediría agrupadora de citas




¡Me produce un placer encontrarme tantas juntas diciendo cosas complementarias!.

La historia de la literatura no debería ser la historia de los autores y de los accidentes de su carrera o de la carrera de sus obras, sino la Historia del Espíritu como productor o consumidor de literatura. Esa historia podría llevarse a término sin mencionar a un sólo escritor

Paul Valery

Crear una tradición es poder tocar las líneas cargadas de alta tensión y saber prolongarlas

Goltfried Benn

Un escritor clásico es un escritor que absorbe u oculta sus asociaciones de ideas

David Malouf

En el arte, no hay progreso sino continuidad. Ninguna página de cierta validez fue escrita jamás con el fin de ser diferente

Alberto Girri


Se admiten donaciones

La imagen es de René Magritte

Las perdices, las pajaritas, el pueblo y mi peluquera




Mi peluquera es una conversadora estupenda, atenta, ágil, con buena memoria, crítica; un gusto Débora.

Hoy me ha dicho:

-Oye ¿verdad que en este pueblo nunca ha habido nada ni nadie sobresaliente? No sé, alguien de quién se haya hablado, que haya publicado, que haya hecho algo que recuerde alguien.

Y me ha encantado contarle que otros años pasaron aquí el verano pintores como Benjamín Palencia y Ortega Muñoz porque eran amigos de alguien que sí tuvo importancia; como teórico del arte, como anarquista, pero sobre todo como amigo de sus amigos, y a quien casi nadie conoce en su pueblo: Gil Bel.





El primer cuadro, Perdices, es de Benjamín Palencia, Las pajaritas son de Ortega Muñoz

Me gustan muchísimo los dos.