sábado, 5 de julio de 2014

De camino a la contemplación y la pereza.



 
La cabeza, al menos la mía, es un receptáculo más bien pequeño, y esta semana le he metido una sobredosis. Estuve viendo la entrevista de Soler Serrano con Ernesto Sábato, que resulta mucho más visionario políticamente que hace diez años, y que hace cuarenta. El tiempo no deja de modificarlo todo y a veces mejora. Recomendabilísima. También vi a Ramón J. Sender, tan sereno y tan señor siempre, que hablando de la tribu que compartimos dijo que nos caracteriza “el pudor de lo trágico”.

-Y todo lo que de eso se deriva-me decía María Jesús hoy, regando-pudor hacia mostrar el dolor en general. Ayer me encontré con la vecina de enfrente, que tiene un reuma horrible, se iba dejando la pata detrás-y la imita- Cuando le pregunté que cómo se encontraba contestó que muchísimo mejor y salió corriendo. Y una relación torpe con el dolor de los demás, eso también lo tenemos.¡Ala venga no será pa tanto! Ese rezo no siempre es pertinente.

Y hemos seguido hablando de lo importante que es recordar con frecuencia que tu tribu es una tribu, que existen millones más, con un montón de virtudes, lastres y manías ni mejores ni peores y todas arbitrarias, pasar al consciente todos esos herencios viejísimos que creías que eran tú, mas no. Y en medida de lo posible elegir, que aquí quiere decir evitar. ¡Difícil!

También estuve escuchando a Victoria Kent, apabullante, así que la mañana ha derivado hacia el derecho y la historia de los turnos de oficio.

Pero empezaba diciendo que me he metido una sobredosis esta semana, mezclando a Chejov con Benjamin y de ahí San Juan, viendo películas y pegando citas, hasta que anoche encontré donde descansar. Y ahora me acuerdo de porque contaba todo esto: ¿por qué nadie le hace caso a Pilar Pedraza? O es que tengo yo la impresión de que nadie le hace caso y estoy equivocada. Me volvía leer anoche La pequeña pasión y me lo pasé de miedo.