viernes, 29 de marzo de 2013

Días avant la lettre.



 Ellen-Kooi

1

Las chicas se habían ido a empacar, a nosotros nos dio tiempo a tomar un café. Para él triple, sin azúcar. Uno sabe cuando llega el momento de verbalizar, así hayan pasado veinte años, entonces yo dije por primera vez eso que me repito desde entonces con frecuencia, hay veces que las palabras son imprescindibles, y cuanto más exactas mejor:

-No es mi mejor amiga. Eso es muy cutre. Es mi ser humano favorito.

A lo que él, siempre a la altura, me contestó:

-Eso sí es coincidencia.

Como no es poco compartir tamaña preferencia celebramos la verbalización luego, en el porche, casi se nos lleva el aire, fue el día que se llevo la botella de Veterano enterita cuando él, que nunca me ha leído, exclamó.

-Cumple con tus obligaciones. Escribe.

Hubiera preferido que terminara la frase, que dijera: escribe esto.

¡A saber dónde estaba ese gato montés durante nuestras celebraciones!

2


Esta noche vieja un par de amigos se nos perdieron, lograron llegar a las once de la mañana después de una noche cruzando valles y barrancos y total, para encontrarse a unos cuantos personajes medio dormidos que desfilaban con la toalla hacia una cascada: así empezamos el año casi siempre, con agua bien fría.

Hay días que van ganando con los días. Días en los que te das cuenta de cómo funciona la máquina de la memoria, yo los llamo días avant la lettre. Musil llamaba a eso escenas vivas.

Tati preparaba el aderezo de la ensalada, Amanda lavaba algo en el fregadero, Inés picaba la cebolla que yo freía y la Blanch batía una yema de huevo con limón para la salsa  acordada con el rubio, bearnesa, cuando oímos los otros borbotones y acudimos corriendo a la cocina de Lola-Mora.

3

Desemboqué con toda la confusión de que soy capaz donde mi chamana, delante de la chimenea, nueve o diez días después, y le conté.

La consulta debería haber sido peripatética, al aire libre, pero la niña Amanda necesitaba cuidados, con ese pasmo no podía respirar, le hicimos un sahumerio con nuestras propias yerbas y no fui a dar el paseo que procedía. Me quedé de madrastra.

-Se puede ser jugadora de ajedrez y supersticiosa. Al menos tú puedes serlo. Lo único que me da pena de esta historia es que no se le permitan ni unas horas. Puede que ni imagine lo que aclara hablar contigo.

Me dijo al final.Y me dio un achuchón que me llenó de confianza y aún me reconforta.