domingo, 6 de junio de 2010

A la recherche de la lectora de perdida

Yo iba a conocer el edificio de la nueva biblioteca, poco más, y claro, di una vuelta por las estanterías, nunca puedo irme sin saludar, están los lomos de siempre, Las mil y una noches, Stivenson, El cuarteto de Alejandría, Bertold Brech, María Zambrano, Chejov, Kafka, Faulkner, Calderon, Lorca... desde que tengo memoria permanecen inmutables, por mucho que los cambien de edificio. A los recién llegados los miro un poco abrumada, lo mismo me sucede con la gente en la calle, ¡son muchos desde hace muy poco!

Aun así, a veces puede uno ver, el viernes encontré a un recien llegado deslumbrante, y me sentí como si me estuviera esperando.

¡Además llevaba el carnet de la biblioteca en la bolsa de la piscina! y dicho y hecho, nos fugamos. Gran reencuentro el reencuentro con Primo Levi, habíamos coincidido hace unos años y lo disfruté mucho, ahora no puedo parar de leer, tengo la sensación de haber recuperado millones de papilas gustativas, y también tengo ese picorcillo en la palma de la mano, y esa urgencia infantil de recomendarlo.