sábado, 16 de enero de 2016

Pequeño viaje al origen.




Todavía no logro creerme del todo ese tren que me deposita en siete minutos en el centro de la ciudad, en la puerta del restaurante de mi hermana, y anoche fue aún más irreal. Había quedado  allí con Mercedes, mi amiga de toda la infancia, a la que he estado treinta años sin ver, y sin embargo pasamos la cena en El Barrio del Saco; comiendo habas crudas en el huerto de José Manuel, balanceando las piernas en un puente de madera con una lechera a cada lado, leyendo Requiem por un campesino español una tarde de navidades, haciendo herbarios. Mirando su casa desde la mía y la mía desde la suya.

Creí que habíamos vuelto a El Boticario y al 2016 cuando se acercó Mapi, pero entonces Mercedes nos recordó dos vestidos blancos, iguales, con remates de colores, y los vimos tan nítidos como si los sacara del bolso.