sábado, 29 de septiembre de 2012

Lectoescriturar como merienda




Escribir para mí es intentar huir del estado hipnótico en que nos dejan sumidos tantas frases hechas. Pero con frecuencia escribir es zafarse andando, mientras leer es irse en un bólido.

Roland Barthes habla de una actividad intermedia entre leer y escribir que es la que de verdad me interesa. Se refiere a esa lectura que está hecha de interrupciones, de levantar muchas veces la cabeza hasta que se tensa el brazo y, sin darte cuenta casi, te pones a escribir. Una lecto-escritura que no tiene nada que ver con que el autor nos inspire ganas de remedarlo: lo que ocurre es que ha conseguido que su texto se despliegue.


Esa es la finalidad de los buenos textos: desplegar sentidos (cuando se logra “el texto” es mucho más sustancioso que “la obra” y ya no pertenece a nadie). Un buen texto tiene la misión de transportarnos a un paisaje en el que poder apearse del bólido cuando ya se está lo suficientemente lejos como para volver a merendar a gusto.


sábado, 15 de septiembre de 2012

De como escaparse de la fiebre del oro y de como de conseguir manipular el tiempo






 



lunes, 10 de septiembre de 2012

Renga a cuatro manos




El sol marcha sobre huesos ateridos:
en la cámara subterránea: gestaciones:
las bocas del metro son ya hormigueros.
Cesa el sueño: comienzan los lenguajes.
Y el habla sin gesto de las cosas se desata
como la sombra que, al congregarse bajo la vertical
estría saliente de la columna, esparce
su mancha de tinta en las arrugas de la piedra gastada:
porque la piedra es quizá una viña,
la piedra donde las hormigas lanzan su ácido
una palabra preparada en esta gruta.
Príncipes, tumba y escriño, yo solevantaba salivas de espectro:
mi mandíbula mordía sus sílabas de arena:
yo era relicario y clepsidra por los vidrios del occidente

Lo anterior es una renga escrita a cuatro manos por Octavio Paz, Edoardo Sanguineti, Charles Tomlinson y Jacques Roubaud en 1969, cada cual usó su propio idioma y esta es la traducción de Octavio Paz.


Estoy tan pesada con la inteligencia colectiva que de tanto en tanto me veo en la obligación de aportar pruebas. 

En clase estamos escribiendo "una cosa" que se titula Conexión Chejov, a muchas manos.  Casi todas las historias confluyen en un bar en el que, eso es lo único seguro, todos nosotros hemos estado. Esta noche en clase voy a proponer una copita en ese bar.

Sigo estando sola, aunque el maestro Barreiro me piropea a diario por Skipe. Dice que para estar solo hay que tener muy alta la autoestima porque, a salvo de las tontadas de los otros, que suelen parecernos siempre peores que las nuestras, las propias retumban. Algo habrá también.

La foto es de dos plumas y un trozo de tallo del Quetzalcoaltl, mi acompañante.

jueves, 6 de septiembre de 2012

El olor y los otros.






 Una palabra mágica: endocrino.


Tengo una amiga con éxito. Yo  creo que merecido, pero eso no le aporta un ápice de importancia más. Yo ya sé lo que me digo. El caso es que esa amiga que triunfa huele mal. Yo nunca lo había notado y cuando lo oí la primera y la segunda y la tercera vez me hice la loca, que es algo que se me da tres bien. Pero hace unos meses hubo un día en el que tres personas me lo dijeron de un solo, en cuarenta y ocho horas. Tres personas que si no la apreciaban, la hubieron apreciado, y los tres lo dijeron sin maledicencia, sabiendo que yo la quiero,  c´ est veut dire, lo dijeron de verdad, que es peor.

Pasé tres meses caminando con mi madre por las mañanas y ese fue uno de los más profundos temas de conversación: ¿Se lo debo decir? ¿Cómo no odiar al mensajero de tu hediondez? Y nos atravesaba la memoria de los hedores de mucha gente, y  no había juicios, nunca se mencionó la higiene como causa, la Arse es muy fina y recita:

-Eso son problemas que soluciona un endocrino, pero uno tiene una perdida progresiva de la percepción. Vaya, que no se entera. Con lo psiquiátrico pasa mucho también, que te vas por la barranquilla poco a poco, y ni cuenta.

Y mi madre insistía en que lo mejor era un anónimo. Un anónimo respetuoso en el que apareciera la palabra endocrino, sugería. Lacónico, exclamaba. Pero con cariño, fantaseaba.

-Anónimo sin remedio, le diría yo, pero que te conste que de un anónimo que te quiere bien y que sabe que más vale un trago amargo si nos beneficia. Necesitas un endocrino.
Soluciona ese problema del olor.

Redactaba ella por la campiña. Y se reía y se ponía muy grave después.

-Díselo, nos tocan responsabilidades, díselo y luego que ella haga lo que quiera.

Aún no se lo he mandado porque no puedo escribir anónimos. Aunque a veces no me
faltan ganas algún problemilla ético me lo impide.

 Pena y miedo


Esta mañana en la caixa estaba yo intentando llamar a mi papa que está malo y tengo complejazo de Electra, cuando he oído.

-Y tú vete, que hueles mal

No es explicable ese tiempo chicle, esos segundos que se estiran infinitamente mientras recitas que no es posible, y te das cuenta de que el aspecto del señor que acaba de articularlas resultaba inocuo hace unos segundos y se ha convertido en siniestro. Que el pantaloncito blanco y las gafas oscuras y la voz de pito son los propios de alguien que le dice a un africano que huele mal, y que no los hubieras podido identificar antes.

Después del segundo eterno me he metido entre el africano y el viejo para separarlos, y me he dado cuanta de que llevaba mucho rato en marcha la provocación. A veces confío en mi voz, le he ordenado al viejito que se callara y lo ha hecho hasta que el chico negro ha vuelto a la fila. Entonces ha vuelto la burra al trigo y yo le he amenazado con llamar a la policía por sus insultos racistas. El chico no ha podido más y se ha vuelto a encarar contra él, otro africano se ha puesto a gritar desde la puerta, una chica árabe embarazada ha repetido cállese por favor y se ha puesto a llorar. El viejo seguía insultando. Ha salido el director de la sucursal. Yo seguía en medio intentando calmar a los africanos. El viejo los perseguía con ganas de conflicto. Cuando el guirigay iba en crescendo ha llegado la guardia civil, que ha tratado al viejito y a los africanos con el mismo rasero, pero en un rapto de inspiración nos han recordado a todos que éramos seres humanos. Sólo yo les he dado el carnet para acudir como testigo. Otra señora, que ha llegado a mitad de función acompañada por una chica africana, me ha estado sujetando con la mirada. Todos los otros eran zombies que murmuraban apoyando ¡al viejo!

Ha vuelto la fila a la normalidad y entonces ha empezado la segunda parte de la función.
Como empiezan estas funciones, primero de dos en dos, el murmullo de los opinantes, y luego un portavoz atrevido que me dice:

-Si tanto te gustan llévatelos a tu tierra

Y la señora que más defendía al provocador dándoles la idea para girar el discurso:

-Si no era más que una broma, lo que pasa es que no nos entienden a los andaluces.

A partir de ahí unas veinticinco personas han empezado a declarar lo especiales que son  y lo orgullosos que están de ser andaluces. Y a contar anécdotas absurdas sobre lo habitual que es por aquí decirles a los demás que huelen mal. Y de vez en cuando se ponían amenazantes y alguno exclamaba “que se vayan a su tierra” Sólo aquella señora rubia, que ahora era un ángel rubio, se ha puesto a mi lado hasta que me ha tocado el turno. Cuando la cosa se ponía más fea ha levantado la voz y ha dicho dos palabras:

-Me dais pena y miedo.


lunes, 3 de septiembre de 2012

Qué hacer con otro otoño, sino intentar ser mejor


Después de dos días de casi silencio, las cosas empiezan a enlazarse.

Amanece en otoño y me acuerdo de lo que tengo que hacer: preparar el invierno. Lavar las mantas, hacer saquitos de aromáticas para recogerlas, guardar las semillas , recoger leña, prepararme una sopa juliana algo picante y embozarme en una de esas chaquetas viejísimas que arropan tan bien.

Me quedo un rato más

Pero yo también empiezo a trabajar

Sigo el hilo de la sopa juliana, un plato minucioso. Todos los cursos vuelvo a intentar empezar por el principio y hoy toca ensayo del discurso en la cocina:

Pongamos que no limpiamos la tierra de las zanahorias, ni quitamos las piedrecitas de las lentejas (era hermoso limpiar lentejas en grupo, ya no pasa), ni las peladuras de las patatas, ni  las de los ajos, y que dejamos la tripa al pescado. Si no limpiásemos la materia prima no habríamos empezado siquiera el trabajo. Lo mismo viene a suceder con el lenguaje. Cuando no lo hemos limpiado, pelado, cortado, alcanzado en las capas más profundas el significado de la cada palabra, ni siquiera hemos empezado a escribir. De ahí proviene el malestar que nos producen tantos textos que no son sino repetición tosca y aproximada, mezcla tóxica de eufemismos y lugares comunes: tropezones de nueces con cáscara y patatas sin pelar.

Esta utilización torcida de la palabra ha producido otro gran inconveniente:  no sé si por pereza o por desconocimiento son muchos los que no paran de escribir pizzas precocinadas.


Todos los veranos somos lentas


Y desde hace muchos, muchos años, hacemos lo mismo. Pintar paredes, cuidar plantas y atender a los caracoles.

Hasta que llegó aquí el Quezalcóaltl, Amanda ensayó en paredes y balcones. Daba pena que llegara el invierno y comprar pintura blanca para tapar los dibujos chillones y que no se quejaran los vecinos. Además de aprender a pintar, Amanda tuvo que irse para recuperar la memoria antes de traernos una serpiente emplumada.

Antes, cuando era pequeña, hacíamos carreras de caracoles, ahora hablamos sobre la simbología de los caracoles. Va a pintar uno en la cabecera de mi cama.

También compartimos amigos en vacaciones. Este año estuvieron Rubén y Monik con quienes concluimos que hay que pasar de la protesta a la utopía para llegar a la acción. Lo de siempre, pero esta vez mejor, porque tenemos más experiencia. Monik, lúcida y discreta hija de un anarquista histórico , y yo, nos reconocimos de inmediato, en milésimas y ápices de detalle. ¡Eso sí reconforta! También estuvieron los que han sido compas de Amanda en México, Luis, un lujo de perplejidad y Rosalía, la inclasificable, que trajo a su familia: Petri, su madre, de indomable alegría con fundamento y sin causa, e Ismael, un diamante de 14 años, el adolescente más deslumbrante con el que me he encontrado en mucho tiempo.

Del Quetzalcoaltl

Prefiero el significado de “Precioso aconsejador”
De Amanda, que pasa leyendo por aquí sin dejar huella, y también a ver si se menciona a su persona, prefiero lo mismo.