martes, 17 de diciembre de 2013

Una y otra y otra y otra vez, felizmente, reaparece el telar.





Ante la necesidad de contar este fin de semana, una y otra y otra vez la misma imagen: la de haber vuelto a incluir en mi tejido un hilo rojo que estaba suspendido desde hace años en el dibujo que se quedó arriba.

De telares nos habló Marina, una indígena guatemalteca que nos trajo muchos ovillos sabios de los mayas y unos libritos, aparentemente modestos, que parecen escritos por Juan Rulfo, y nos explicó qué es "el susto". De telares habló Elisa,  de texto y tejido habla todo el rato en su investigación sobre las radios mapuches, tengo que escribir pronto algo que se titule: Elisa, una antropóloga sin cámara. Blanca también habla de tejido, teje el sur entero, lleva esa bobinas de color intenso de la Amazonía a Sudán y de una aldea remota de Ecuador a Congo. Leire ahora hace bodoques de Colombia desde San Sebastian porque así le toca, y si así le toca es porque es su turno para mirar los detalles. Alma nos contó que una amiga mejicana la ayudó por teléfono a salir del aeropuerto de Sarajevo saltando por encima del foso de su terror, porque a pesar de los vómitos de pánico de los días anteriores al viaje, Alma vuelve. Necesita tejerse y tejer Yugoslavia -Deja la maleta, suelta el teléfono, quítate el cinturón del pantalón y sal. Ya tienes con qué defenderte-Le dijo su amiga mejicana. Y su relato fue, sin dudarlo, el mejor relato porque estábamos hablando de sanación y Alma sabe exactamente qué hay que dibujar. Inesica esta en todas las secciones del tapiz con ese corazón, más grande que el de una vaca. Es la que siempre se acuerda de cómo se han teñido a lo largo de la historia los hilos.


(no suele ocurrir pero mi tía ha puesto la tele, continuará)