jueves, 19 de marzo de 2009

Monólogo a mitad de reseña: el microcosmos, la escritura, la quietud y la hiperestesia.



La hiperestesia también produce caracteres quietos y para ser un buen escritor no es imprescindible viajar y tener muchas experiencias, aunque nunca sobren: Lezama Lima no se movió de su isla, fueron  escasos los traslados de Kafka y Bruno Shultz no salió apenas de Drohobycz. 

Al tópico del valor de la experiencia lo suele sustituir el de la potencia de la imaginación; pero cuando alguien te dice que se puede viajar desde una habitación desconfía, no quiere más que consolarte, y tampoco ha entendido nada 

Bruno Shultz no se movió apenas de Drohobycz porque desde allí él veía bien el microcosmos, la quietud le permitió describir el vértigo de lo minúsculo sin aturdirse, y hasta le dejó tiempo para ahuecarlo con su  levadura verbal.  Siempre fue, en su ciudad natal, uno de esos hiperestésicos sedentarios que vagan, confundidos, entre los muchos sedentarios que creen ser hiperestésicos.

Lo que se expande sin remedio suele ser apenas visible. El quid  para verlo es estar quieto en algo, seguir contando, quizá, disfrutar de estar atento.

La imagen es de Cy-Twombly