domingo, 13 de marzo de 2016

Entre volcanes.



¿Por qué hay tanta vida en las azoteas de Marruecos y aquí ninguna? ¿Qué diría Bachelard de que los mexicanos no escalen a la cabeza de los edificios? Sobre todo si desde allí se ve el Popocatépelt y el Iztaccihuatl, su novia dormida. Ésta mañana he puesto el despertador para hacer una excursión a los altos y ver amanecer en los volcanes, pero estaba nublado y he seguido con las memorias de Syra Alonso, que terminan cuando vuelve a refugiarse a México con sus tres hijos. Las he leído despacio, no se digieren fácilmente los desmanes históricos que atravesaron su vida. Ahora me queda preguntarle muchas cosas a Tuss, su biznieto, sobre como han vivido los descendientes de Syra hasta llegar a él. Pero el gusanillo es encontrar lo que escribio sobre México la primera y la segunda vez.


Ésta semana voy a ir a Cholula a comprar una flecha Chichimeca como la que me regaló Joselín y yo le regalé a Arturo Chou. Estoy en época de necesitar objetos imantados. (entonces también subíamos al tejado del baño con una escalera de palo para ver amanecer en el volcán de San Salvador). Y me toca investigar sobre el xochinacatle, una hierba que, según Syra Alonso, hace hablar mucho (para evitarla). También voy a visitar con Rubí el Cuexcomatl (olla de barro o lugar para guardar) el volcán más pequeño del mundo está en su barrio.