viernes, 28 de diciembre de 2007

El Sastre (fragmento)



IV

¡Señor Juez, dije!
Señor juez, yo he aprendido y estudiado muchas cosas, porque quería ser escritor y conocer mi tiempo, no sólo... Sí, me defendí cínicamente; pero el juez que ya me conocía sonrió preguntando:
—¿Ha ganado dinero?
—¡Nunca, dije, está prohibido!
En ese momento el juez miró al secretario del juzgado, el abogado en derecho, al licenciado en izquierda, el fiscal al amanuense, y todos soltaron una carcajada. "¡Deseo que se presente el dictamen de un especialista!", grito triunfante el defensor.
"Usted está acusado, porque no ha hecho dinero", dijo el juez.
Desde entonces estoy en la cárcel.
Le falta la glándula monetaria, dijeron los especialistas, por ese motivo no tiene una regulación moral, por eso se convierte en un individuo irascible si se le trata mal. Además, sufre de una aguda distracción, no puede retener lo que otros han repetido cien veces. busca siempre nuevas ideas. El dictamen de los especialistas en literatura fue peor. En suma: soy un mediocre a quien no se le conmutó la sentencia.
Desde que estoy aquí vivo en un sueño del orden. Nadie crítica mi conducta desmedida. Al contrario, entre los presidiarios soy una persona encantadora, mi inteligencia es extraordinaria. Soy una autoridad literaria, escribo las cartas de los vigilantes. Todo el mundo me admira. Yo, que en el mundo de los justos era un mediocre, en el de los injustos soy un verdadero genio moral, un intelectual de altos vuelos. No hago nada por dinero, sino por alabanza y autoadmiración. Trabajo otra vez como sastre. Ah, la vida espléndida del trabajo, mi alma es una aguja finísima, vuela horas enteras, entra y sale por semanas, zumba como una abeja diligente. Y en mi cabeza hay tan poco como adentro de una tumba, y las abejas zumban.

Robert Musil (1923)