martes, 17 de abril de 2012

Y otra vez el horizonte se ha puesto en el fondo de una novela rusa


Cuando eso ocurre no me queda más remedio que volver a Versión Celeste.


Orilla donde empiezan las conjeturas

Yo mantengo un silencio como un mapa de Oceanía
Tus cartas de calor me llegan sin hacer ruido
He viajado tanto que mis ojos tienen la pesantez de los frutos

El horizonte abre sus manos y alguna belleza se le vuela
moneda, moneda en sandalias de párpado frívolo
que luce y se gasta un poco en todas partes
Señor de cuarenta años ¿qué ve usted?

Yo soy un explorador
a quien un viento de otoño enjaula
Allí interpreto trozos de cielos y de nubes
empolvadas como botellas de un carácter soñador

Yo cuido de la lluvia que consagra tantas alas a tu paso
y el día que te sigue más leal que un tatuaje

En el interior de los seres hay numerosas avenidas
conduciendo a la misma estrella de mar golpeada
por donde la experiencia derrama sus tesoros a precio de coste

Las velas de la amargura se inflaman pero todavía nos queda un látigo de viento
para hacer una estatua bien orientada

La luna acaba de ser amada
en silencio
en silencio de claveles

Bello mármol oprimido de antaño

La tierra sumerje sus ojos en el origen de los árboles
pero yo te olvido según la dirección del viento.

Juan Larrea
traducción Gerado Diego.
foto Erik Johansson