Cuando (¿se deja, dejas, dejo?)
de escribir durante muchos días (¿se vuelve, vuelves, vuelvo?) de puntillas. Pidiendo
permiso. Sin recordar del todo qué es eso de escribir. Pero la
mañana me ha gustado mucho y me he
permitido una narración escolar.
Taida llama tempranito, no puede
venir porque le duele una muela. Vaya. Pero luego llama mi madre, que si voy al
huerto se vienen a verlo Emma y ella, que además tiene que pasar por su casa a
por unos chorizos y unas longanizas. Están cortadas todas las calles del pueblo
pero, por intuición y saltándonos direcciones prohibidas entre las tres, llegamos. Ya están la anfitriona, Concha, Pedro y Zoe. Se ha
roto la bomba y nadie tiene ni idea. Emma dice que ella sí, que ella sabe lo que le
pasa a la bomba, pero que no tiene fuerza para desenrroscarla. A esas alturas
ya nadie la escucha porque ha empezado el trasiego de cubos de agua, las excursiones
para explorar los territorios y remontar la acequia y las observaciones
verduleras. Vaya, que pasamos de desatornillar. Entonces mi madre exclama “que
viene Matías, él lo arreglará” y Emma y yo nos encontramos a mitad de carcajada
-Esta mujer es idiota, no sé si
es que está enamorada, dice que Matías lo arreglará, anda, anda.
-Se me va la cabeza al chorizo.
Me dice Concha, interrumpiendo la observación de una pimentera. Y nos ponemos, a la chita callando, a preparar brasas. Mientras ha llegado el lento de mi padre, le cuesta todo un siglo, se ha acercado a mirar la bomba y ha vuelto diciendo:
Me dice Concha, interrumpiendo la observación de una pimentera. Y nos ponemos, a la chita callando, a preparar brasas. Mientras ha llegado el lento de mi padre, le cuesta todo un siglo, se ha acercado a mirar la bomba y ha vuelto diciendo:
-Que me ha dicho que no la toque,
que quiere un fontanero de verdad.
Y ha seguido jodiendo con que si tenemos
planes de exportación, y un rato después ha sido esa conversación que he oído
miles de veces (más o menos) y que me sigue gustando:
-Venga, Matías, vamonos, que
tengo que hacer la comida y viene tu hermana a comer
-Me apetece comerme un chorizo
-Vale, pues nos quedamos.
Pero lo mejor del almuerzo ha
sido cuando a mitad de bocadillo mi madre ha estallado en otra carcajada que no
la dejaba hablar:
-Os invito a comer, a todos, eso
sí: tengo migas con chorizo.
Cómo rehusar, media hora después
hemos seguido en otro sitio con la misma dieta.