domingo, 11 de mayo de 2014

Menestra para el Maestro.




Salió rebuena la menestra para el maestro, se comió cuatro raciones por lo menos y yo disfruté un montón de ese acto místico de cocinar, que no siempre acontece cuando cocinas. La menestra se disfraza de sencillez, es mate, parece mediocre aún en la fuente, pero es tan sofisticada que obliga a cocer las verduras por separado para que no se mezclen antes de hora los sabores. Sería un desastre que los guisantes se pusieran acibalados con la alcachofa, o que la judía asimilara lo áspero del espárrago. Y así sigue hasta el final la menestra, barroca, hipnótica, exigente con los tiempos, castigadora si te ausentas o improvisas, con momentos álgidos, como el de calcular el pimentón picante o decidir el punto de las patatas fritas.

-Supongo que es sinestesia ¿no? Cuando sé que estoy cocinando bien ni se me ocurre probarlo, manda la mirada asesorada por el olfato, el gusto se destierra.

Le digo.

Y será sinestesia, porque no me replica.