martes, 12 de junio de 2012

Notas, sueltos, trozos




Intimidad

El comienzo de un chat con Blanch de Vero después de mucho tiempo sin hablar.

-Sabía que aparecerías, ayer soñé contigo.
-¿Qué soñaste, qué pasaba, dónde estábamos?


Viajes por las libretas.

Como las libretas están desordenadas paso de tener veinte años a treinta y siete y luego tengo cuarenta y después veinticinco.

Con la jovencita es como remar en oscuras aguas embravecidas por las abstracciones.

Las notas más valiosas son muy simples: la descripción sorprendida de un mamey que me trajo Manuel Barrera o de la primera pitahaya, ese edificio gótico, que me comulgué con Vladi.  

-¿Tú porque fuiste allí?
-Para oírles hablar y comer pitahaya.

Gambito de Caballo.

Sé  que tenía 19 años exactamente y que hice pirola durante todo el día. Me senté al lado de la cristalera enorme de una cafetería, tenía localizados varios rincones así para los grandes viajes. Llegué a las diez de la mañana a Yoknapatawpha y no volví  hasta las cuatro de la tarde.

Recordando aquellas felices horas he vuelto a ir esta semana a ese condado impronunciable y regreso dichosa, Faulkner nunca me defrauda. Me siguen absorbiendo los agujeros negros que tienen en el centro muchos de sus personajes:“entonces desapareció durante diez años”. Me encanta que se vayan y  que no den ninguna explicación a la vuelta. Y me gusta mucho su narrador, que cuenta con el singular y el plural porque siempre es la voz de un coro.

Estos días me quedé atrapada en una caja inútil, conocida por todo el mundo en el condado, que estaba en la mesa del Juez.  Sentí mucha nostalgia de cuando todos los objetos tenían identidad y eran valiosos.

¿Tu madre son dos hermanas que fuman Chesterfield lait?

Me pregunta la estanquera, y le digo que sí.

Al día siguiente quedamos con la tía Emma, nos espera sentada en la tapia del cementerio viejo a las ocho de la mañana para ir a coger caracoles. Desde lejos, con los vaqueros colgando y los auriculares puestos y el flequillo de pincho,  tiene dieciséis años,  silba  y es un chicazo. Damos dos zancadas en el campo y ya ha dicho diecisiete términos que a la cosmopolita de mi otra mama nunca se le ocurrirían, sabe dónde están escondidos los caracoles y desviarse de los caminos anchos, enseguida nos ponemos a saltar acequias y manantiales cristalinos que no han destrozado.

- ¿ No te acuerdas de las tajaderas? hasta aquí os dejaba escaparos.

Después del gran paseo nos lleva al capó de su coche. Cada tanto tiempo me regala ropa. Entonces nuestro ser de amplio espectro se transforma en una madura elegante  ¡nunca sofisticada! capaz de elegir las más bellas sedas italianas.


La crisis

Paso para que Sandra me haga la declaración de la renta y hago la broma:

-Venga que si me devuelven mucho os invitaré a una cena
-Sabes qué, que mejor que una cena nos pages la luz

Dice Tomas, que tiene ocho años.