20/Septiembre/2007
He estado leyendo a Chantall Maillard, cuando la leí, antes, noté que necesitaba releerla con más silencio.
No puedo ni quiero elegir un poema, lo que me importa es otra coherencia, poder dar saltos hacia otra continuidad, en otras direcciones.
La claridad es dura cuando esta al borde de lo inaprensible (cuando es lo que acontece).
No quiero elegir pero al final transcribo, selecciono, devaluo, interpelo, delimito, fracaso:
Mejor no diga nada
Seria inútil. Ya ha pasado
Fue una chispa, un instante. Aconteció.
Yo acontecí en ese instante.
Puede que usted también lo hiciera.
Suele ocurrir en los poemas:
terminan condensándose las formas
en nuestros ojos como el vaho
sobre un cristal helado;
las formas, con su herida.
Pues quien contruye el texto
elige el tono, el escenario,
dispone perspectivas, inventa personajes,
propone sus encuentros, les dicta sus impulsos,
pero la herida no, la herida nos precede,
no inventamos la herida, venimos
a ella y la reconocemos.
(Matar a Platon, Chantal Maillard)