El día de la ofensiva inauguraba una
librería, por primera vez todo estaba listo a tiempo, pero cuando llegué
con el ramo de flores descubrí que los libros habían succionado el
aceite con el que estaban pintadas las estanterías y ya todo fue caos.
Por la tarde, mientras volvíamos a
colocar los libros, oí unas cuantas veces.
-Marta, a lo que estamos, ¿ahora qué
haces viendo la tele?
Había por allí una tele diminuta en
blanco y negro a la que no podía quitar ojo, ¡los guerrilleros
salvadoreños se estaban tomando la ciudad a la brava! y yo sentía
una mezcla de euforía, miedo, dolor y alegría.
Como si adivinara que mis futuros
amigos estaban por allí, atravesando San Salvador con buitrones de casa a casa, como si supiera que era en Ayutuxtepeque y en la Zacamil la gran balacera.Como
si ya intuyera que me esperaba un relato interminable de lo que estaba ocurriendo esa noche.