domingo, 26 de diciembre de 2010

Vuelvo al sur




Estaba pensando.

Y es que ya habían empezado a acompañarme en el viaje, otra vez, los Gotan Proyect

viernes, 24 de diciembre de 2010

Otro poema de los dones




Gracias quiero dar al divino
laberinto de los efectos y de las causas
por la diversidad de las criaturas
que forman este singular universo,
por la razón, que no cesará de soñar
con un plano del laberinto,
por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
por el amor, que nos deja ver a los otros
como los ve la divinidad,
por el firme diamante y el agua suelta,
por el álgebra, palacio de precisos cristales,
por las místicas monedas de Ángel Silesio,
por Schopenhauer,
que acaso descifró el universo,
por el fulgor del fuego,
que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
por la caoba, el cedro y el sándalo,
por el pan y la sal,
por el misterio de la rosa,
que prodiga color y que no lo ve,
por ciertas vísperas y días de 1955,
por los duros troperos que en la llanura
arrean los animales y el alba,
por la mañana en Montevideo,
por el arte de la amistad,
por el último día de Sócrates,
por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
de una cruz a otra cruz,
por aquel sueño del Islam que abarcó
Mil noches y una noche,
por aquel otro sueño del infierno,
de la torre del fuego que purifica
y de las esferas gloriosas,
por Swedenborg,
que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
por los ríos secretos e inmemoriales
que convergen en mí,
por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
por la espada y el arpa de los sajones,
por el mar, que es un desierto resplandeciente
y una cifra de cosas que no sabemos
por la música verbal de Inglaterra,
por la música verbal de Alemania,
por el oro, que relumbra en los versos,
por el épico invierno,
por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei per Francos,
por Verlaine, inocente como los pájaros,
por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
por las rayas del tigre,
por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
por la mañana en Texas,
por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
por Séneca y Lucano, de Córdoba
que antes del español escribieron
toda la literatura española,
por el geométrico y bizarro ajedrez
por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
por el olor medicinal de los eucaliptos,
por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
por el olvido, que anula o modifica el pasado,
por la costumbre,
que nos repite y nos confirma como un espejo,
por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
por la noche, su tiniebla y su astronomía,
por el valor y la felicidad de los otros,
por la patria, sentida en los jazmines,
o en una vieja espada,
por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,
por el hecho de que el poema es inagotable
y se confunde con la suma de las criaturas
y no llegará jamás al último verso
y varía según los hombres,
por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos
por morir tan despacio,
por los minutos que preceden al sueño,
por el sueño y la muerte,
esos dos tesoros ocultos,
por los íntimos dones que no enumero,
por la música, misteriosa forma del tiempo.

Jorge Luis Borges de El otro, el mismo
La imagen es de Mona Hartoun

Que las pasiones alegres os hagan mejores, es decir, más felices, estos días.

jueves, 23 de diciembre de 2010

¿Qué puede uno contar sin un gran impudor?


La imagen es de Rufino Tamayo, se titula Hombre mirando pájaros, y todo lo demás, título incluido, de Elias Canetti, de Apuntes y de La provincia del hombre:

-La verdad es un mar de briznas de hierba que se mece al viento; quiere ser sentida como movimiento e inhalada como respiración. Solamente es una roca para quien no la siente ni respira; y éste deberá golpearse la cabeza con ella hasta que sangre.

-Lo más difícil será no odiarse a sí mismo, no sucumbir al odio, aunque todo está lleno de él, no odiarse sin motivo, ser justo con uno mismo como con los demás.

-Enigmático es el sistema de los prejuicios. De la consistencia, el número y el orden de éstos dependerá el que un hombre envejezca con mayor o menor rapidez. Tendremos un prejuicio donde quiera que temamos una metamorfosis. Pero no nos libramos de ella: la recuperamos con gran fuerza y sólo entonces volvemos a quedar libres. No es que podamos retrasar indefinidamente metamorfosis que ya hubieron debido realizarse. Ellas mismas nos lanzan en la dirección opuesta, pero el hombre tiene un alma elástica y tarde o temprano recae de nuevo en ellas con seguridad y energía. Muchas metamorfosis son marcadas por los anatemas de los mismos padres; éstas son las más peligrosas. Otras llevan el odio de toda la humanidad, en ellas recaen sólo unos pocos espíritus selectos. Quien se metamorfosea mucho necesita muchos prejuicios. Éstos no deberán ser un estorbo en un hombre muy vital, al que hay que medir en función de sus oscilaciones y no de aquello que lo retiene.

-Todo cuanto apuntamos aún contiene un ápice de esperanza, por más que provenga de la desesperación.

-Nada peor se le puede hacer a un hombre que ocuparse exclusivamente de él.

-En la boca de algunos la palabra alma suena como la quintaesencia de todo aquello que tememos y odiamos, y quisiéramos convertirnos en una locomotora para huir resoplando y a toda máquina.

-Podemos tocar la infelicidad del mundo entero en un hombre, y mientras no lo demos por perdido, nada se habrá perdido, mientras él respire, el mundo respirará.


miércoles, 22 de diciembre de 2010

Cambio de tercio: música



Me he hecho unos análisis de memoria auditiva, muy bien acompañada, y el hueco de hoy lo han ganado los mestizos. El pasado volviendo, veinte años y pico después, a rescatar sentidos.

martes, 21 de diciembre de 2010

El gato asmático de una casa magnética

Con el montón de gente, vida, frases, ideas, confesiones, confusiones, carcajadas, juegos, complicidades, planes, sobrentendidos, reencuentros, abrazos, verbalizaciones, impresiones y aguaceros que se han sucedido sin tregua, y yo he venido todo el viaje pensando en el gato de Gonzalo y Paloma, que es asmático y dormía estos días a los píes de mi cama.

Tenía un par de ataques durante la noche, entonces daba la impresión de que llevaba a varias personas dentro. Cuando se ahogaba arañaba las sábanas, un poco, pero no pidiendo atención, ni compulsivamente. Sin molestar. Lo tenía que esquivar porque me daba calor en los píes, pero me agradaba que estuviera, me fascinaba ese modo de estar; tan discreto y autónomo cuando sufría como cuando se aliviaba.

Parece que los dos nos habíamos reunido allí para que el gato me recordara aquello, imprescindible, que decía Lezama:

"Si llegáramos a un planeta desconocido, comprobaríamos el sortilegio de la respiración, cada espiración una interrogación que no concluye, cada aspiración o inspiración un oscuro que nos aclara y que nos es necesario"

La imagen es de Maruja Mallo


domingo, 19 de diciembre de 2010

XVIII Premio Internacional de Relato Hiperbreve Círculo Cultural Faroni




Convocado y presente el jurado del XVIII Premio Internacional de Relato Hiperbreve Círculo Cultural Faroni en Casa León de Madrid, después de tres cambios de mesas y ante un concurrido comedor de consumidores de yoga y relax a grito en himno, esta solemne Cátedra se reunió para dar a conocer al mundo y a sus alrededores que la brisa mágia de un ideal de oro y Faroni son inmortales. Efimeros cansinos por pertuarse en el panorama de los premios literarios escasamente dotados.

Asi y despues de las bebidas deliberaciones el jurado otorgó el primer premio 2010 al relato:

"Toda la casa de borrachera" de Ester Berdor Corrales – Zaragoza (España)


Para una noche que llego sobrio a casa, ¡Y menuda curda llevaba la banqueta! Me intenté sentar en ella para quitarme los zapatos y no había manera porque estaba venga a menearse. La mesilla también se había unido a la fiesta, quería dejar mi medallita de oro en el cajón, pero se me iba de aquí para allá. ¡Yo todo era intentar cogerla, y ella, todo querer escaparse! El perchero, ciego como un piojo, lanzaba la gabardina y el sombrero contra la cama, que tenía las sábanas arremolinadas y muertas de risa. Al final me fui hacia el mueble-bar, a ver si también yo me ponía a tono.

La imagen es un regalo de Paloma Pájaro

martes, 14 de diciembre de 2010

Enrique Morente



¡Qué frío da que se haya muerto!


lunes, 13 de diciembre de 2010

Economía doméstica


Nunca la menciono, pero procede contar que me esconde tabaco, mecheros, papelillos, y ahora también libros. Para cuando los necesite, dice. Al principio no me pareció una buena idea, pero cuando me contó que ya se lo hacía a mi bisabuelo Alejandro y a mi abuelo Matías, decidí repensarlo y estoy contentísima de haber accedido al juego. Ayer encontré los dos volúmenes de Apuntes de Elías Canetti; los había camuflado en la última balda, con la filosofía y la baraja de Rico. Me entusiasmé tanto que casi me curo de la biblioclastía, pero quedan síntomas.

Lo contrarío de ampliar una biblioteca es, también, copiarla. Tienen a su favor los copistas que leen y escriben al mismo tiempo. Cometen una redundancia consciente y explícita, pero se salvan de incurrir en la más habitual: repetir inconscientemente convencidos de que están creando.

A veces busco frases, ideas que creo que he leído, y después de mucho insistir empiezo a sospechar que las he pensado yo. Canetti habla de la felicidad de esas frases, de esas ideas que se independizan de nosotros.

Últimamente, incluso para copiar, utilizo un tamaño de letra más pequeño, va a ser verdad que estoy adelgazando al estilo Kafkiano: en todos los sentidos

-Tía ¿ no tendrás por ahí un cigarro escondido?

La imagen es de Helena Almeida

Dos poemas de René Char que encontré por azar y seguidos.



El molino

Un ruido largo sale por el techo
golondrinas siempre blancas
agua que salta, agua que brilla
el grano salta, el agua muele
y el recinto donde el amor se arriesga
centellea y marca el paso.

Versión de Jorge Teiller



El refugio maltratado

Siempre me ha gustado la proximidad, sobre un camino de tierra,
de un hilillo de agua caída del cielo que viene y va persiguiéndose
a sí mismo, y la tierna torpeza de la hierba mediana a la que una carga
de piedras detiene -igual que un revés oscuro pone fin al pensamiento.

Versión de Jorge Riechmann

La foto es de Anselm Adams

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Informe de la última expulsión del paraíso



Veníamos de comer y Javier se equivocó de rotonda, yo me bajé allí mismo, no me iba a venir mal el paseo, que además, inevitablemente, me hacía pasar por La Ponderosa. No mentiré diciendo que no lo pensé dos veces, ni una lo pensé, es un lugar abandonado, salté. Para lo que significaba colarse en el lugar con el que más sueñas el esfuerzo no fue grande, después de un par de intentos fallidos cedieron la malla y el seto y ya estaba dentro. Me dio tiempo para ver que se había muerto la palmera y habían cortado los frutales, había basura y ya no estaban las cabañas de cañas con las que separaba el tío José María la verdura de invierno de la de verano, todo estaba yermo y, sin los laberintos de judías, zanahorias y acelgas, el lugar parecía mucho más pequeño. Acababa de descubrir lo pequeño que era en realidad el escenario de casi toda mi vida cuando empezaron a ladrarme dos enormes perros blancos y me subí a la terraza, más enfadada que asustada, ajolotada, sería un término exacto. En los momentos de confusión y adrenalina me visita la ejecutiva que me habita, me cae gorda, aunque luego le esté siempre agradecida. Desde la terraza llamé a Miguel, que había comido con nosotros y estaba en un funeral, para pedirle instrucciones y también para que alguien me tuviera localizada, no fuera a terminar en unas fauces ¡nadie me buscaría allí! Hace poco Miguel me contó que se había encontrado en las vacaciones, en Palmira, con un japonés al borde del ataque cardiaco porque lo perseguían dos perros, y tan efectiva fue la reacción de aquellos tipos de campo, que los pararon en seco, que el japonés pasó días haciéndose fotos con sus benefactores. Ahora me arrepiento de no haberme fumado un cigarro tranquilamente allá arriba, que era el motivo, pero no era cuestión de tener al otro al teléfono en medio de una misa: no les hagas ni caso, me iba diciendo, y no cedas ni un centímetro, que ni se te ocurra la posibilidad de que te pueden atacar, nada de dar ideas. Así lo hice y casi salgo con bien, pero elegí el camino equivocado. Cuando tenía trece años parecía una broma saltar aquella verja coronada de pinchos, pero desde que leímos en una revista de la tía Carmen, allí mismo, que el hijo de alguna actriz había muerto ensartado en una de esas, ocurrió lo inevitable, les pillamos miedo, subíamos hasta los pinchos y dábamos marcha atrás. Así que cuando vi aquellos clavos afilados en mi culo retrocedí; me rasgue el pantalón, perdí un pendiente y se me fue a tomar viento la patilla de la gafa, todo en un movimiento. Además ya no tenía a Miguel al teléfono y la Ponderosa es un chorizo, me quedaban otros mil metros, exactamente, cuesta arriba, y aquellos dos cada vez ladraban más. A veces da gusto ser géminis, sobre todo si acude a tiempo la que es muy segura, al final retrocedíeron ellos. Volví a salir por dónde había entrado. Salté desde la mesa en la que comíamos. Desde luego dormí muy mal y aún no he hecho balance más que de los rasguños.

domingo, 5 de diciembre de 2010

¿Aún son las bibliotecas lugares para leer?

Cuando era joven, y las bibliotecas tenían una lámpara en cada mesa, era excitante salir de allí después de muchas horas y desembarcar en el planeta tierra transportada por el vehículo más veloz de todos los conocidos: el cono de luz sobre un libro. A la salida me extrañaba, primero, que la nave me hubiese dejado otra vez en el mismo sitio, enfrente de aquel bingo, y en el mismo tiempo. Luego ya me extrañaba todo, hasta que fuera invierno o verano.

Todos sabemos que no se lee sólo con los ojos, que se lee con todo el cuerpo, y no sólo eso, que se lee incorporando el espacio que nos rodea mientras leemos, como si al escatimarle la atención el lugar nos impregnara con sus detalles en otro registro.

Mi biblioteca platónica es la José Sinués. No era una biblioteca de incunables y madera, no tenía el tufo de sarcófago sagrado que tienen las grandes bibliotecas, las que salen en las películas, pero contaba con alguien que compensaba todas las deficiencias iconográficas; aquella bibliotecaria, vestida con una bata blanca, que era una experta enfermera de lectores: encontraba lo que le pedías, bajaba las persianas, encendía las lámparas y supervisaba el silencio.

No sabía describir qué me ocurría en las modernas bibliotecas, ignoraba por qué nunca he conseguido permanecer sentada en alguna de las muchas tumbonas maravillosas que arriman a un ventanal más de cinco minutos, pero después de leer Biblioclasmo de Fernando R. de la Flor, he dejado de sentir esa inquietud como una deficiencia; algo produce escalofríos eléctricos en estas bibliotecas de ahora, todos lo sabemos, ya no son un espacio sagrado o un túnel del tiempo, se parecen a todos los edificios civiles, estaciones, centros de salud y aeropuertos, y provocan prisa.

Hay que tener cuidado al elegir dónde leemos: la memoria de los libros suele llegar acompañada por la luz del lugar en el que los leímos.

Marta Sanuy

Imagen Job Koelewijn

P.D. Es mi última articulación, las otras están para chuparse los dedos:

¿Es libre el verso libre?

¿A quién puede venir bien la pus?

viernes, 3 de diciembre de 2010

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Meditaciones sobre el cuerpo





Meditaciones sobre el cuerpo

Dejo vivir mi cuerpo y lo contemplo.
Lo veo amar y lo veo escribir.
Lo veo vivir. Y a veces
somos uno en algún sitio.
Acabaremos juntos

José María Álvarez La Edad de Oro.


La foto es de Mayte Vieta