jueves, 28 de abril de 2011

Brindis por Fina García Marruz, y por Origenes, y por la imago



De izquierda a derecha: Fina García-Marruz, Eliseo Diego, Bella García-Marruz, Collazo (linotipista), Cintio Vitier, el padre Ángel Gaztelu, Lorenzo García Vega, Alfredo Lozano, José Lezama Lima, Julián Orbón, Mariano Rodríguez y Octavio Smith, en Bauta, en las cercanías de La Habana, celebrando el Premio Nacional de Literatura 1952
otorgado a Lorenzo García Vega por su novela Espirales del cuje.


Fue Fina García Marruz la que me mostró la alegría, la risa y el humor que había en Lezama y luego, gracias a ella, pude ir disfrutando de la del resto del grupo. Orígenes ha sido siempre para mi un centro imantado por “su ingravidez de papalote en lo azul”, que diría ella, a quién siempre merece la pena ceder la palabra, así que transcribo un par de párrafos donde explicaba lo de Lezama y la ironía:

“Cuando le preguntaron qué era para él la poesía, contesto: “un caracol nocturno en un rectángulo de agua” Enseguida empezó a ironizar sobre su intempestiva declaración: desde luego, un caracol nocturno no se diferencia “gran cosa” de uno diurno, y lo del rectángulo de agua era “algo tan ilusorio como una aporía eleática” Los que lo conocimos más de cerca sabemos lo habitual que era decir algo en serio y burlarse después ligeramente de la rotundidad de cualquier definición, como si recordase lo de nuestro Varela, que la idea que no puede definirse es la exacta(…)”

“Por eso, maestro, nos permitimos contradecirlo. Usted sabía mejor que nadie que no era lo mismo un caracol diurno que su nocturno caracol haciendo su espiral en lo oscuro”

Coloquio Internacional sobre la obra de Lezama Lima Poesía

Editorial Espiral pag 243.1984

Yo creo que tenían algo de irme a pasar el verano con los abuelos en Cuba aquellas inmersiones en el tiempo, "no aquel que se agota en el acontecer inmediato, sino aquel que parece avanzar en sentido contrario” diría ella. Pasé años y años paseando por el malecón, y nunca he pisado La Habana, de contradicciones también se vive. En lugar de aterrizar en el Trocadero 162 para comulgar con pitahaya, terminé en Ayutuxtepeque 44, claro que en San Salvador me esperaban un tendal de lezamianos para devolverme la razón, la razón poética, claro. Y allí también había colibríes, ceibas y pitahayas.

Me fui a la cama anoche más contenta que unas castañuelas, a veces para algo sirven los premios. Hay que leer a esa mujer, su poesía es una enorme visagra entre la de Lezama y la de José Martí, y estuvo siempre cerca de otro grande, Cintio Vitier.


Su ligereza, de colibrí, su tornasol, su mimbre

Cuba, Cuba
Placido


Su ligereza, de colibrí, su tornasol, su mimbre
su suavidad de hierro indoblegable
su desmoche a las plantaciones de lo secular,
su vivir, como el pájaro, en el instante.
La maderita débil de sus juguetes y paredes,
lo ralo de sus conjuntos y lo desértico de su pecho
la palma sin sombra en el sol de su pobreza real.
La forma, como vacía la esperanza y la torna lejanía,
su sobrepasamiento burlón y corto
de las afirmaciones enfáticas, aunque ligeras, de lo diario,
su amor a la extravagancia y rareza personal,
su petardismo y alborote,
el poco fondo de su manoteo y la lejanía incansable de sus ojos.
Su ingravidez de papalote en lo azul,
la forma como el valor irrumpe y cambia el ritmo en el cajón
su diablo con el diente de oro y el enigma
de lo que no tiene enigma y se sonríe.
Sus ángeles de mentira con un ala de verdad
sus santos de clavo en el escaparate y la membrana de una mariposa
el revés de su desconocimiento
el revés de su danzante intrascendencia
brisa que se arremolina en ciclonera,
soplo suave que luego barre y deja el sol de la intemperie,
lo insondable de su irresponsabilidad
capaz de originar la chispa que incendie el universo
sin ningún plan previsto,
la imposibilidad de culpar la culpa de ese rostro
que sonríe a la nada y habla de su madre con cariño



A una recién difunta

Lo más raro, después de todo,
no es morirse. Es
no haber podido terminar
el dobladillo de la saya
que dejamos sobre la mesa,
oh, qué confiados.



Casa de Lezama

Amigo, he recibido hoy todas sus cartas.
No ya como respuesta de un poema ofrecido
como cuando buscaba entre mi noche
las palabras de la confirmación. Recojo su "Recuérdemé",
"ya que usted, esencialmente, nos obliga a responder",
palabras que le convienen a usted más que a mí misma.
Su "usted" como la cara del trompetero negro al mediodía,
fina merienda, Cuba. Familiar, solemne.
Maestro, cómo es posible. Dispénseme. Estuvo, ya no está.
Todo rocío se evapora, es decir, vuelve. Su altivez siento.
"Dispénseme esa simetría de mis caprichos".
En mi barrio alguien pregona "Florero, flores!" mientras le escribo.
Mientras usted me escribía, "En la casa de al lado, pobres,
caen abiertas las latas de salmón rosado de Alaska".
Y ese alguien que se acerca, "pobre", a la lata, "la voltea,
observa como los gatos, viaja" se vuelve el mensajero
de estos días remotos que se acercan,
descifrando la hora en que no sabemos qué esperamos
alguna cosa enorme que no acaba de llegar,
una constelación, un viaje. Ah, su casa,
Lezama, que fue la casa de la poesía,
hoy vive ya sólo en nuestra imaginación,
le aseguro que bien guardada, bien cuidada.
Todos los cerrajeros resultarían toscos
para velar por la barca de los sabios chinos,
su sillón mariscal, el retrato de su padre.

miércoles, 27 de abril de 2011

La ciudad, las calles, las librerías

El OjO de la Pantera parpadea

De un texto de Ester saltó la idea de que en las calles siguen flotando todas las personas y todos los minutos de absoluto que transcurrieron por allí, y se superponen, y se interrumpen, y nos van redefiniendo. Quizá por eso paseo poco por las zonas superpobladas de memoria, y a veces las esquivo, aunque tenga que dar un rodeo: otra norma higiénica es mezclar adecuadamente los tres tiempos, no es recomendable dejarse invadir por los pasados.

La primera cotidianeidad de una calle en una ciudad que yo conocí fue la de San Vicente de Paul. Allí estudié el bachillerato desde segundo después de fugarme de un instituto de pueblo, quizá porque quería ser cosmopolita. Desde la ventana de clase se veía un bar con una sola mesa y una tienda de bordados, dos puertas más allá estaba, y sigue estando, la bodega a la que fuimos después de que Marina me dijera, sin conocerme de nada, por las escaleras, que me invitaba a su cumpleaños y nos íbamos a beber una botella de vino de cada color. Su padre era el director del instituto y nuestro profesor de literatura y ella siempre hacía ruido en clase con un montón de pulseras, como no, de colores, que nunca le he podido quitar. Después, cuando vivía al otro lado del río, la ciudad desembocaba en aquella calle. Años más tarde volví a recalar por allí en una mala temporada que tizno de impotencia y malestar cada acera y cada comercio, quizá porque nuestra relación no podía quedar así ahora es la calle donde está La pantera rosa.

De librería en librería no me queda otro remedio que frecuentar lugares remotos. Miguel Baquero presentó su libro en Las Fuentes, y allí si que no había vuelto en muchos años. De épocas muy largas quedan a veces muy pocos recuerdos, o quizá es que unos pocos se han apoderado de los demás; pasé por la casa en la que vivimos y se impuso la memoria de aquel verano tórrido eligiendo libros y libros, con Roberto y Antonio, en aquel cuarto piso sin ascensor, sepultados por catálogos.

Por la mañana abrí con Inés la Pantera Rosa, y me puso a mirar editoriales y me pidió que hiciera listas de libros imprescindibles y que le ayudara con los pedidos, iluminada por la luz de San Vicente de Paul pensé que era como volver a casa y que estuviera llena de futuro.

viernes, 22 de abril de 2011

Rompida con Buñuel




Carlos Fuentes dice de Luis Buñuel que, como todos los aragoneses, se comunicaba como los insectos, más allá del espacio, por medio de los tambores y los sueños. Yo acabo de releer Mi último suspiro por enésima vez y me siento como si tuviese hubiese suplantado a Carrière y tuviera a Buñuel ahí sentado. Él creía mucho en la hipnosis y en la telepatía y en la utilidad de fantasear, así que no pasa nada.

Nadie puede poner en duda la influencia de Buñuel en el movimiento surrealista, y por eso nadie puede poner en duda la influencia de un surrealismo natural, en este caso aragonés, a través de Buñuel (me parece divertido ponerme nacionalista, cuando creo que lo que más odio, como Buñuel, son los nacionalismos, pero también creo como él que hay que acumular muchas contradicciones y además dejarles hueco para que respiren). No hay como adoptar a buenos abuelos para luego poder ponerse estupenda.

Parece que me han contratado los de la oficina de turismo cuando llegan estas fechas. Pero con Buñuel ahí al lado y a las doce de la mañana de un viernes santo. ¿Qué puedo hacer?

Entre mis fantasías estuvo alguna vez la de alquilar una casa muy grande en el Bajo Aragón e invitar a todos mis amigos a una catarsis.


jueves, 21 de abril de 2011

Hubiera llovido a la menor vacilación de un pájaro



Luego pensé que era injusta considerando que nuestra comunicación es como agua de selz.


Gracias a facebook encontré a Taida, veo la fotos de la primavera parisina de Tatiana, tengo el placer de leer a Luis Alvárez, ¡leo los chistes de Sonia! a Nacho, a Madu, a Merche y su camino del agua, sé en qué exposición anda Luján, en qué piensa Luis Cancer, coincido en muchísimas opiniones con Pepe Murciégo, recibo noticias de Care Santos, sé cual es la próxima convocatoria de mi nunca bien ponderado Escarpa, o de los nunca bien ponderados Soperos, intuyo en que andan el Tibu y Vladimir, participo de algún modo en la inauguración de La Louchette, todo esto, y muuuuuuucho más, mezclado con un montón de gente que también está allí, a la que no conozco de nada, y que dice cosas que no entiendo, seguro que no les presto la suficiente atención, vaya, que las redes son como un bar. Me sigue dejando perpleja que alguien ponga la foto de una pierna y les guste a cincuenta y siete y luego alguien diga algo buenísimo y sea recibido con un silencio sepulcral. Es un extraño termómetro para la autoestima el facebook. En todo caso yo no participo, sólo miro, porque cuando digo algo tengo la impresión de estar quedando fatal por hablarles a unos y a otros no, y no me suelo sentir con ánimos para hablar con todos y al mismo tiempo.


Me he puesto a hablar del Facebook porque esta mañana, que amaneció plomiza, "hubiera llovido a la menor vacilación de un pájaro", me he reencontrado, por azaaar, el poema de Juan Larrea que prefiero en el faceebok del Ezpeleta, que también es el que prefiero.


¡Nada reconforta tanto como toda una vida coincidiendo!

merci Antuan.


Espinas cuando nieva


Suéñame suéñame aprisa estrella de tierra

cultivada por mis párpados cógeme por mis asas de sombra

alócame de alas de mármol ardiendo estrella estrella entre mis cenizas


Poder poder al fin hallar bajo mi sonrisa la estatua

de una tarde de sol los gestos a flor de agua

los ojos a flor de invierno


Tú que en la alcoba del viento estás velando

la inocencia de depender de la hermosura volandera

que se traiciona en el ardor con que las hojas se vuelven hacia el pecho mas débil


Tú que asumes luz y abismo al borde esta carne

que cae hasta mis pies como una viveza herida


Tú que en selvas de error andas perdida


Supón que en mi silencio vive una oscura rosa sin salida y sin lucha


El título es de Larrea, claro. Y la imagen de Klee

jueves, 14 de abril de 2011

La correspondencia


Como ir perdiendo aún más profundidad me preocupa, y para creer que se utiliza el tiempo y se escarba son infalibles las relaciones obsesivas con libros muy gordos, después de terminar el de Max Aub me fui a vivir a uno de seiscientas páginas de Walter Benjamin en el que se incluye Alemanes. Colección de cartas.

En justificar por qué y para quién escriben se les va la fuerza a muchos escritores que, para conjurar su intranquilidad, se ponen a dar saltos o a forzar posturas y trayectos, y nos espantan. En un sentido estricto el único que sabe para quién y para qué escribe es el que escribe una carta, y esto tiene no pocas consecuencias literarias: el lector de cartas conoce al autor, a su lector, y a ambos como personajes, de un tranco, además, desde las primeras líneas posee otra clave fundamental: sabe cual es la distancia exacta entre los que intervienen en el asunto El lector de cartas participa incluso de las dificultades que implicó escribirlas, y percibe las insistencias que resolvieron, al nombrarlos con exactitud, los problemas más arduos, se puede zambullir cuanto quiera en la polisemia de los sobrentendidos y, en el caso de las buenas cartas, de un vistazo accede a los detalles íntimos sobre la trama, la época a la que pertenece y sus preocupaciones, información que en otros géneros precisa cientos de páginas.

Las 27 cartas que reunió Benjamín en Alemanes son, sobre todo, variadas, tanto por los asuntos de los que se ocupan como por las diferencias entre quienes las escriben y entre aquellos a quienes van dirigidas: un amigo de Goethe notifica a otro su muerte, un médico religioso reprende a Kant después de leer su moral: La finalidad de escribir algo así tal vez será la de divertirse a costa de aquellos que tienen la costumbre de asombrarse por todo lo que es raro, un pensador importante en la época le escribe a su novia bajo la influencia de Rousseau, un oficial retirado escribe al marido de su antigua prometida. Hölderlin termina la carta a un amigo diciendo: Pero escríbeme pronto, pues necesito de tus tonos puros. Los artistas necesitamos de la psique entre amigos, necesitamos el surgir del pensamiento en la conversación y en la carta. Clemens Bretano busca a su amigo a través de un librero para comunicarle la muerte de su esposa y pedirle dinero. Un amigo de Novalis escribe a otro para quejarse del exceso de estímulos exteriores o una incipiente escritora, Annette von Droste, le cuenta a su preceptor cosas insignificantes sólo con la intención de convencerlo de este apego desdichado a todos los lugares en los que no estoy y a todas las cosas que no se encuentran en mí. Todas las cartas están introducidas con los datos enjundiosos con los que Benjamin lo iluminaba todo.

Ya no hay correspondencias, no hay tiempo, y no nos engañemos, los correos no han sustituido a las cartas.

A veces imagino Internet como un vaso de agua y a nosotros como sobres de gaseosa del tigre. La comunicación es deliciosa, incuestionable, fulminante, como el estallido de burbujas de aquellas gaseosas, pero tan fugaz como aquel también hay que bebérselo de un trago para no quedarse con un sabor triste, a bicarbonato.

La instantaneidad convierte en átomos el tiempo, por eso repetimos tanto que no tenemos, porque no podemos ni siquiera identificarlo de tan desmenuzado como nos llega.


domingo, 10 de abril de 2011

La crisis y las metamorfosis.

Hace años que vivo en una burbuja, y como soy consciente de que mi imagen del mundo es irreal y por cosas así hay que preocuparse, me he impuesto un ejercicio: cada tres horas me sentaré en el balcón y haré oreja, en la plaza siempre hay gente hablando, es una plaza completita: con parque infantil, una enorme terraza y hasta una churrería, ¿qué más puede pedir una voyeur?

Quizá sea mi debilidad pero estos días casi todo me ha parecido literario.

Bajé a la terraza de la plaza, con Sol, y me debió afectar el cambio de plano, pero pensé que daba para un buen cuento su vida mientras la oía resumirla en cifras:

-Cincuenta y siete años, la mayor de nueve hermanos, dos maridos, seis hijos, tres nietos ¡yo no había vivido sola en mi vida! Y eduqué a mis hijos para que fueran independientes, por supuesto¡pero no tanto! ¡Y encima esta condena, llamarme Soledad!

Pocos meses después de que se fuera la última hija de casa la despidieron del trabajo, y no veía tampoco a los compañeros. A veces cruzaba la plaza en plena canícula como un alma en pena y había salido solamente a ver si había gente. Estaba tan convencida de que ella con la soledad y el silencio no podía, que cogió el petate y se fue a Zaragoza, a casa de sus padres, para sustituir a la chica que los cuidaba.

-Es como el juego de la oca, volver a la casilla de salida, algunos días tengo la impresión de que el resto de mi vida no ha ocurrido, que no empecé a tener hijos a los dieciocho, que no tuve dos maridos y muchas casas, y problemas y trabajos: cuando mi madre me dice que puedo esconderme a fumar en el baño me siento como si me lo hubiera inventado todo. Pero estoy bien porque discutimos, y gritamos. A mi lo que me mataba era el silencio.

También le encontré su filón para el análisis a la transformación del jardín de un jardinero en huerto. Ha desaparecido el lago de plantas acuáticas: donde había calas, papiros y nenúfares hay lechugas de roble, alcachofas, ajos, zanahorias y cebollas. Los maceteros de fresias ahora son de rucula, perejil y cilantro. Donde crecían los bulbos más exquisitos crecen fresas, también bellísimas. Al olor de jazmín lo ha sustituido el olor de tomatera, que a los de la ribera nos encanta. En fin, que estuvimos de acuerdo en que había sido para mejor:

-¡Qué tontería pasar la vida obsesionados por rodearnos de mucha belleza inútil y bien ordenada!

-Claro pero solo te das cuenta cuando ves el cambio, cuando estás hipnotizado por un bancal de violetas africanas resulta difícil acordarse de la hermosura útil de las lechugas.

La crisis y las metamorfosis; en este momento abundan los cambios de punto de vista y las historias. Nunca se sabe donde va a saltar la liebre, me toca balcón

la imagen es de Antoni Abad

sábado, 2 de abril de 2011

Qué sé yo


Mis amigos argentinos se fueron a vivir ahí justito, al lado de mis viejos, que dirían ellos. Ahora andan todos remezclados, Esteban fuma a escondidas con mi madre, los perros se saltan los dinteles, Valeria se ha convertido en adicta a los mejillones al vapor y a las microfiestas de Matías, y hasta quedan los cuatro para ver informativos e indignarse juntos. Por supuesto se han sumado a la gran idea de mama gata: cada vez que caiga un dictador árabe vamos a cenar kebab. Iniciamos el ritual con Mubarak

-A lo mejor nos hartamos de kebab dentro de un par de semanas-

Dice la esperanzada experta en Oriente Medio

-Los argentinos hablan como si estuvieran subidos en unos tacones altísimos.

Dice también

Y luego dice

-Son encantadoooooooores, vos

Imitando a Valeria.-

Pero me he vuelto a casa inquieta porque siempre que oigo a los Gotan, y hoy han sonado por allí, me pasa lo mismo. Parece que oigo un tam-tam y tengo que salir corriendo hacia el molino. Será la primavera. Qué sé yooooooo...