jueves, 20 de marzo de 2008

Antes de la rompida


Me gusta ir a romper la hora. Creo que pocas cosas me han parecido tan catárticas en este mundo como ese escándalo.

No hay ni una sola imagen religiosa por allí, en Hijar la reunión sigue siendo por el equinoccio, en estas esquinas de Teruel se guarda una memoria remota y, a las doce de la noche del mismo día se vuelven a reunir todos en la plaza para señalarles por dónde salir, con ruido, a las almas de los muertos que se quedaron vagando. Primero todos a una, hasta que alcanzan la hipnosis, luego empiezan los diálogos entre tambores, las infinitas variaciones de las que hablaría hasta Adorno, pero esta noche no se habla, se retumba. Los tambores son el único idioma, el reservado para la ocasión.

Al día siguiente, a las doce también, pero de medio día, se rompe la hora en Calanda. Que es cuando yo aprovecho y me froto el culo en la puerta de la casa de Buñuel por si se me contagia el genio, dicen por ahí.

La Semana Santa turolense creo que no se parece a ninguna, además de ser totalmente profana carece de dramatismo. Luego las cámaras de televisión enfocan tambores ensangrentados, pero ni caso, yo he visto al que sangra, sin poder parar, mientras la novia le daba cubata en la puerta del bar a las cuatro de lamañana. Y siguen, siguen todos hasta que se agotan y están preparados para volver a empezar, y luego, durante tres días tarareamos los que les oimos eso, tan simple, que en este vídeo se oye tan mal. Trararara pum y que va teniendo infinitas variantes conforme pasan las horas.

Me gusta este vicio que he compartido con unos cuantos intensamente.

¿Estaré siendo romántica?, bueno no más que Carlos Fuentes, que dice de Luis Buñuel que, como todos los aragoneses, se comunicaba como los insectos, más allá del espacio, por medio de los tambores y los sueños.

No me extrañaría que tuviese razón, suenan los tambores casi todo el año, todas las tardes, desde noviembre que es cuando empiezan a ensayar. Bueno que se hace la hora. Me voy a purificar. A lo bruto, con estruendo. Con mi tribu. ¡Por fin una terapia colectiva!