
Estaba buscando cuentos del pasado en los que se preludie el futuro, nuestro presente, y he encontrado uno de Ambrose Bierce, El amo de Moxon, en el que el narrador describe, perplejo, a un hombre jugando al ajedrez con un robot.
El único error de su premonición es el tamaño, sucede; la aparición de la electrónica provocó un repentino envejecimiento de los robots: ¿quién va a querer que un robot le abra la puerta si puede abrirla con una célula fotoeléctrica?
Hay cuentos que crecen alrededor de una sola frase:
La conciencia es hija del ritmo
Es desde la que se gestó éste.
Es lo primero que he leído por la mañana y la afirmación me ha dejado feliz y pensativa:
La poesía también es hija del ritmo, según Larrea.
Por lo tanto la conciencia y la poesía son hermanas, y no paran.