Y ¿Cómo vamos a ser, pues, si hemos
alcanzado los 270 kilómetros/hora y pasamos días sin bajar de 120?
¿Cómo no van a repetirse las expresiones “está aventado” o “no
se lo lleva una volada de aire”? El miércoles fuí a comprar y, cuando volví con el viento a favor, fue el carro el que me trajo a
casa corriendo, ¡casi no podemos doblar la esquina!
Entonces me acordé de Baudelaire y
del soñador de espacios, el que sabe que el calor aumenta con el
frío de fuera:
“Él pide anualmente al cielo tanta
nieve, granizo y heladas cuantas puede contener. Necesita un invierno
canadiense, un invierno ruso...con ello su nido será más cálido,
más dulce, más amado...”
Cuando amainó se puso a crecer el
río. ¡Nada me imagino más peligroso que ser ecologísta en la
ribera del Ebro esta semana! Que el Nilo al desbordarse fertiliza lo
sabemos desde la escuela, pero acordarse de eso cuando ves venir el
agua cuesta. Y el agua llegaba por donde podía, cuando la pararon en
la autopista manó por las alcantarillas. Y además llegaba con un
estilo distinto a cada pueblo, fue entrañable el seguimiento
telefónico de Torres, Miguel es hasta mejor narrador cuando le llega
el agua al morro de la puerta.
-Y ahora me voy a dormir, que estoy
muerto, si sube más ya flotaré o me avisarán estos.
Está la cosa muy jodida pero ¡ya sabes lo bonito que es lo de ir todos
a una!
(la foto no sé de quién es, la he pillado por ahí, la casa con el agua al morro sí)