viernes, 23 de abril de 2010

Una infusión de caos



Cada tanto tiempo paso una gripe exagerada, telúrica, larga, con insomnios interrumpidos por sueños raros que me dejan débil y desconfiada: con el sentido del tiempo tambaleándose. ¿Cómo voy a confiar en mi cabeza si pasando de 38º me monta estas marimorenas?

Para poner unos pocos ejemplos, el martes desperté agarrada a una rodaja de chorizo que me servía de flotador, estaba nadando en un canal de judías secas, intentando alcanzar la puerta de una casa donde, para aumentar el absurdo, me habían invitado a comer. El miércoles encontré a un señor que se afanaba en contarme sus enfermedades con lujo de detalles, por tranquilizarlo dije una generalidad; que la medicina adelantaba mucho, respondió sin inmutarse que le daba igual porque él ya se había muerto. Y ahí no terminaba la cosa, porque también soñé que tenía que pulir textos con una lija hasta dejarlos reducidos al tamaño de una uña postiza con una frase escondida dentro, y descubrí la solución, después de haber olvidado el problema, varias noches seguidas, pero lo último es más habitual. Harta de tanta confusión anoche decidí que entre vela y vela leería a Borges, y una de dos, o es que me ha bajado la fiebre o es que de algo me han servido los sueños y las pesadillas de otro, pero de momento estoy mejor, contar con su campo semántico me reconforta: delirio, laberinto, fatiga, desorden, memoria, suspicacia.

Luego, por fin, he salido a la calle y una oveja sin rebaño ha venido desenfrenda contra el coche, tal y como están las cosas en mi azotea he pensado que sería la oveja que María Zambrano quería que le pintara Juan Soriano, y el otro que no, que debe andar por ahí suelta.
El cuadro es de Juan Soriano.
P.D. Se me olvidaba hasta el compromiso con la Santón, y el tiempo, pero es viernes. Ahí va; hoy era fácil. Buen poeta Borges, tú hazme caso.