El miércoles sonó otra vez ese acorde capaz de atravesarnos la biografía (cómo no nos vamos a encontrar si tocaba Paul Weller). Se nos independizó primero la cabeza y luego el cuello, y enseguida siguieron un píe y una mano.
Y Roberto me oyó cuando pensé:
-Si uno de los dos no sale corriendo no podremos parar
Por algo decía siempre que nosotros nos habíamos casado para poder beber agua de la botella a morro sin broncas y para poder bailar a cualquier hora