domingo, 15 de marzo de 2015

Del molusco al rascacielos viajando en burbujas que se persiguen.





-Entonces pasé a casa de mi vecina a tomar un café, hablamos durante un par de horas, y no es que perdiera el sentido del tiempo, perdí el sentido del espacio, se me olvidó irme. Claro, la cocina de mi vecina es idéntica a la mía, los mismos muebles, la misma ventana, identico tamaño, el mismo fregadero, las mismas cacerolas, la mismas sillas de Ikea.

Me contó, y desde entonces me parece más claro lo que nos pasa con la identidad, ¡cómo no la vamos a buscar si es que la hemos perdido! La identidad antes de la época de la obsolescencia y la reprodución en serie estaba bien guardada en los objetos, seguro que nuestro tatarabuelo sabía cuál era su vaso por un desconche o una imperfección menuda en el morro y para saber quien era no tenía que decir tantas tontadas.

Quiero contarles en Santander todo lo que sé de casas y literatura, desde el molusco y el caracol, hasta el rascacielos y la carabana, para organizarme tengo que pasar muchos ratos haciendo otra cosa. Desde que murió mi madre mi padre no para de mandarme anchoas, ¡cómo conseguirán que todos esos enterramientos verticales sean idénticos! Ayer llené los botes con aloe vera, cáscara de limón o naranja y aceite de oliva. Qué mi madre estaba obsesionada con que usara cosméticos. Ningún bote es igual y es un espectáculo darles la vuelta y ver como se persiguen las burbujas.