miércoles, 8 de agosto de 2012

Alberto Caeiro





Pobres flores, las del arriate del jardín geométrico.
Parecen temer a la policía...
Pero son tan buenas que todas florecen igual
y tienen la misma sonrisa antigua
que tuvieron para la primera mirada del primer hombre
que las vio y las tocó levemente
por ver si también hablaban.

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(...)
Me consolé volviendo al sol y a la lluvia
sentándome otra vez a la puerta de mi casa.
Los campos, al final, no son tan verdes para quienes se sienten
    amados
como para los que no.
Sentir es estar distraído.