Llevo un rato monologando, pero con Gonzalo Escarpa, y de ahí
me he ido a pensar en ese hachazo maléfico que el mundo capitalista le metió a la vida cuando la dividió en privada y laboral. Musil decía que no había que agujerear la vida con vacaciones. No recuerdo que dijera nada de esa
escisión mucho más drástica que pretende que la empaquetemos dos veces al día para que las partes no se contaminen.
Entonces me he acordado de “El corazón es un cazador
solitario” El doctor Copeland hace una fiesta en su casa y en el discurso dice que no sólo somos esclavos
porque otro nos compre el tiempo, sino porque nuestro trabajo con demasiada
frecuencia es inútil y lo sabemos. Porque pueden utilizar a dos
personas para abrillantar el palacio de una sola, tener tres jardineros
cuidando un jardín tapiado, o tirar la cosecha de mandarinas porque dicen que no nos
gustan imperfectas, añado yo.
Me voy, tengo que seguir monologando con ese pez
endecasilabizado sobre cómo seguir fomentando el tráfico de les mots et les choses.