sábado, 11 de octubre de 2008

Un viaje para hacer más planos de la casa sin dejar fuera el barranco, ni las estrellas, ni a la salamandra, ni al buho



Otra vuelta a casa, la sorpresa de que sea así tu casa, la que querías y no atinabas a imaginar, aunque todavía no esté siempre ni del todo, por fin existe y es un lugar dadivoso: además de los cuatro elementos hay sonetos, palimpsestos, adivinanzas, enumeraciones, y leña, y mangos y aguacates que se arriman a un almendro, y cuatro o cinco olivos.

Me acordé mientras paseaba de aquel amante, del pleistoceno, intentaba convencerme de que te puedes orientar si aprendiste en Barrio Sésamo qué significaba dentro, fuera, arriba, abajo, cerca y lejos.

Tuve la certeza de que tenía y no tenía razón el amante aquel. Hay una razón contaminada: menuda y perecedera, la de las monedas sueltas, la que marca lindes, siempre nerviosa y urgente, la que no impregna, y también se llama razón.

Escribo casi sin darme cuenta, como cuando paseo y luego rememoro algunas piedras, con los ojos cerrados.

Gran asombro, el asombro de volver a casa y encender un fuego. Llueve.

(p. d. hemos tenido nuestra primera naranja, son dulcísimas)