domingo, 28 de junio de 2009

Por caminos imantados


El miércoles llego un correo de Antígona anunciando la presentación de Merma, de Benito del Pliego, lo presentaban Eduardo Fariña y Julio Espinosa.

Llegue pronto, lo justo para disfrutar de Pepito, para contarnos, a solas, todas las barbaridades que se nos han ocurrido contra escritores, vates y poetas desde la última vez que nos vimos. Antígona a solas es un templo de la agudeza verbal.

-Pepito, recomiéndame algo

-Que no leas, yo ya no leo casi.

Dice mientras trasiega con montañas de libros, apunta, fuma, y me busca Opiano Licario.

-que lo tengo aún en Bruguera, hecho una baraja y últimamente estoy reincidiendo.

-reincide, reincide, la semana que viene te lo traigo.

Me dice con ese gesto contrariado, pero poco, de cuando se desordena su pundonor librero, en Antígona nunca han faltado los libros esenciales, y no tener Opiano precisamente ahora es como si en un hospital se quedasen sin suero, o algo así, debe pensar, que nos conocemos.

Y en esas estábamos cuando llegaron dos tremendos abrazos, desde los Apalaches y desde San Vicente de Paúl, que este año han estado a la misma distancia, hacia poco más de un año que no veía a Benito ni a Julio.

Eduardo Fariña habló de eso en la presentación, de lo anacrónico de etiquetar geográficamente, de clasificar la poesía por orillas y países, lejos y cerca no son lo mismo que eran (y ahora la palabra origen tiene más significados, ya no nos originamos una sola vez, del todo)

No exagero si digo que me colmó esa sobria y exacta presentación de Julio, no es fácil hablar de la poesía de Benito, sobre todo no se puede decir una palabra de más, ni aplicarle una etiqueta inferior que pudiera rebajar la exacta alquimia. Y eso Julio lo sabe bien y sabe nombrarlo. Sabe que a Benito hay que cederle la palabra rapidito,

No es fácil encontrar los libros de Benito, que se lo digan a Julia. El viernes tuvimos el privilegio de que nos dijera sus palabras.

Tampoco es fácil elegir, ahí van tres de estos poemas de Merma


15

Grúas y pelícanos se detienen levantando el aire con sus

picos: un crepúsculo de salvación entre los cables. De su

resplandor emerge la ciudad en bruma suspendida

43

Traición de la pureza, la lona insaciable de quien no puede

habitar en sí mismo. Alzan torres que quisieron escavar. La

escalera empina por contraposición su aliento. Sin

embargo, el estupor halla su llama, se desdobla quien desea

y quien no desea ser igualmente se desdobla: metáfora

vivida: amo la multitud de la multitud que abomino.

23

La esperanza todo lo arruina: la calma que aporta el deseo

fractura el deseo de calma


Luego cenamos y yo me volví en el búho, ¡eche un montón de menos tener telepatía con Miguel Baquero! Extraña expedición aquella a las dos de la mañana de pueblo en pueblo. Ayer nos fuimos de excursión a las nunca bien ponderadas Cinco Villas: Julio, Mar, su estupenda compañera, Benito y yo. Por dos minutos treinta segundos minutos perdió el del Pliego el autobús y nos vinimos a comer una tortilla a Utebo.

Lo repito mil veces, pero es que no hay cosa que me haga sentir más querida que me visiten en mi pueblo, estoy segura de que vienen sólo por mi, ¿a qué iban a venir a esta ciudad dormitorio en la que no se puede ver el horizonte y que es uno de los lugares más feos, bueno, menos la torre y el río...