jueves, 10 de febrero de 2011

El retrato de Joaquín Costa



La abuela decía que lo que más miedo le había hecho pasar en toda su vida era el retrato de Joaquín Costa y, aún de viejos, le recriminaba al abuelo que se hubiera empeñado en guardarlo durante toda la guerra. Luego contaba lo temprano y lo asustados que se iban a la cama, y que estaban muy quietos para oír mejor, pero que daban botes con cada paso y no podían descansar.

-Nunca vinieron a buscar a ese hombre que tanto se pronunciaba, el porqué no se sabe, pero lo que me daba miedo de verdad, la prueba, el peligro, era el retrato-decía siempre mi abuela.

Ayer se cumplían cien años de la muerte del jurista y me volvieron a contar la historia. Dicen que cuando alguien llamaba a la puerta lo primero era descolgar y esconder a Costa y que, pasado el peligro, el abuelo lo volvía a poner en su sitio. Mil veces los he imaginado subiendo las escaleras de granero para meterlo entre la paja, bajándolo con un cubo al pozo, o metiéndolo detrás de un espejo.

Y es un placer escuchar la misma historia con el mismo retrato, la misma lámina amarillenta que tantos tumbos dio, presidiendo.