sábado, 12 de marzo de 2016

Más José Carlos Becerra






Sueño de navidad

¿De qué orden nos ufanamos?
¿De qué orden divino nos ufanamos?
¿Qué movimiento superior a la insigne codicia del alma y a los
   (asuntos del Poder
nos transmite su ritmo?

Blasfemen en voz baja como si temieran no ser escuchados por
   (sí mismos,
blasfemen a coro bajo la sombra de los cohetes, bajo la sombra
   (del brazo extendido de Aquel que preside la Asamblea,
cuídense de los falsos profetas,
ámenlos hasta incurrir en el odio, ódienlos hasta incurrir en
    (la Vida.

Estoy sangrando por los cinco sentidos,
por el olfato y por el gusto, por el tacto, por la vista y por el
   (oído,
sangrando por el nacimiento y la muerte,
estoy sangrando por el color que no tiene la sangre,
por la hemorragia del vacío, el salto de cada uno de mis sen
   (tidos,
la antorcha que apago con el oído o con el olfato.
   (quiera de mis cinco huecos
por donde el aire, la Historia o lo que sea,
circula libremente.
Haciéndole nudos a la sangre, comiendo hacia afuera, vomi-
   (tando hacia adentro lo que llamamos la verdad del mundo.
A la luz encendida del silencio, observándome,
viéndome correr de un lado al otro de mi respiración, de mis
   (argumentos para vivir,
vaciándome hacia el centro de mis intestinos espirituales,
la hermosa mentira de la primera inocencia,
la manzana que nadie acaba de comer porque tiene que cubrir
   (se con ambas manos
y con lo que dice y con lo que escucha,
aturdido por el manoseo de esa falsa inocencia,
alimentando esta materia, este orden loco e inexorable, este mo
   (vimiento total.

Ah, la sangre y su rapto de sirenas,
su coro de espumas donde las playas se asemejan a mujeres ten-
didas;
ah, el Arte y su canto de sirenas,
sus ángeles ocultos por el polvo que levantan con el batir de sus
     (propias alas;
huellas y cicatrices de ríos, mujeres tendidas a lo lejos,
y todo aquello que sentimos del mar,
de ese oleaje lejano que a veces nos despierta, que a veces hu
      (medece nuestro pecho.

Ah, la fornicación del alma con el sueño,
con su señor que parece su esclavo porque usa cadenas en los
      (tobillos y en los puños,
y pregunta la hora sin levantar los ojos del abismo o suelo don-
      de está caminando.

Los grandes usureros, los días contados del rey, los días con-
       (tados del vientre de la esposa del rey,
los huesos plantados al amanecer con sigilo y con tristeza,
la sonrisa del mesero del bar, el ruido de los autos, la tonada
        (de un anuncio comercial;
todo sangra en mis cinco sentidos, todo es sangre de mis cinco
        (huecos,
todo entra y sale por los huecos de mis cinco sentidos.

Canta la noche a ritmo de fantasmas,
a temblor de cuerpos enlazados, a temblor de cuerpo que copula
        (con su alma
como dos bellos monstruos irreales y tibios.
Canta la noche, cantan las lágrimas,
cantan los árboles de blancos muñones a lo largo de las ave-
        (nidas.

Blasfemen, has que vuestra palabra tropiece con aquello que
        (dice;
tírenle piedras a los buitres que se paran en los tejados del
        (alma
y desde ahí nos acechan.

Canten, cantes ustedes, poetas,
charlatanes del designio, buscabullas del lenguaje, bufones;
abran las llaves de vuestros cantos y ahóguense bajo ellas.
Descarrilen la oración de los templos, dinamiten el idioma de
         (vuestra ciudad,
logren el corto circuito en el sueño,
los Honores de Ordenanza déjenlos sin gasolina en mitad del
         (desierto.

Blasfemen bajo la lluvia, bajo los arcos de la alabanza, en los
         (puentes de la mujer desnuda,
en la arena movediza de cada poema,
en el coro negro del insomnio.

Un canto, un canto como una piedra;
un muerto echando a andar su tumba.