Anoche comenté en clase que
ir a nadar mientras llueve a chuzos me parece redundante. Les hizo gracia. Pero
no lo intentaba. Tanta agua me provocó un estado de ánimo severo durante el fin
de semana. Hasta estuve a punto de
llamar a mi papa para que me viniese a buscar a la piscina. Menos mal que me di
cuenta a tiempo de que tengo cuarenta y siete años: edad de aguantar, ya y aún, fuertes chaparrones.
No fue suficiente secarme y tomarme un té hirviendo, miraba por la ventana y seguía teniendo frío. Entonces me puse tres fragmentos abrigadores de conversaciones con amigos y casi todo se arregló.
Estiramientos:
-Perdona que hable de algo íntimo delante de desconocidos tuyos, lo hago
porque Marta es una prolongación mía y
Sonia es una prolongación de Marta.
Extrañamientos llegando al límite:
-Y yo, y yo, y yo, tanto, tanto, tanto, que me traje tu chaqueta
-¿Cuál?
-La naranja, negra y granate, la de punto
-Choriza. No caigo, ¿de qué época es?
Estados parisinos.
-Quizá es que me siento sola
-No me digas eso porque si tú estás sola yo también, ¡no jodás!