miércoles, 29 de junio de 2016

Iré hasta el pecho duro de la sierra y ahí, en el pecho duro, con mi piqueta, piedra tras piedra, abriré una escuela





Tercera entrega de esta crónica - relato sobre la Universidad Campesina Indígena en la sierra de Puebla

Foto: Ely Metztli
Foto: Ely Metztli

Marta Sanuy
(Tercera parte)
Nada más fácil que ser porosa en este ambiente y cambiar de grupo en cada comida. Ese día me senté con una maestra que quiere alfabetizar a las mujeres de su comunidad, pero los hombres y los hábitos no las dejan ir a clase y ella ha tomado la decisión de ir a sus casas. No es que esté consiguiendo grandes resultados con la alfabetización, pero sí con lo otro, con lo que  importa, con la escucha. Dice:
Lo más importante ha sido ir desaprendiendo, yo decía: voy a estudiar para maestra porque todo lo que me pregunten lo voy a saber. Pues ahora sé que cuando me preguntan no les doy respuestas, les doy más preguntas. Me he dado cuenta de que tengo muchas ideas dominantes. Yo había pensado hablar con estas señoras sobre la autonomía, qué les iba a dar leer y escribir. Me había enfocado en esto y no he podido lograr, por características propias de la comunidad, tener a un grupo formado y pensé: pues no estoy logrando nada con la  alfabetización, no me voy a poder titular. Y con esa idea llegue a este encuentro, con la idea de que voy a tener que dejar unos años más hasta que logre algo. Pero ahora, gracias a los compañeros, sí estoy logrando el objetivo de que ellas sean capaces de hacer pequeñas fisuras a lo que están viviendo y estoy encontrando pequeños actos de resistencia que sí van encaminando a estas personas a tener, si no una autonomía, sí una forma distinta a la establecida. Pues sí, estoy desaprendiendo mucho y reaprendiendo mucho y me da gusto cuando encuentro estos pequeños espacios de lo que sí estamos pudiendo hacer comunidad. Y sí estamos haciendo. Yo dedico dos horas a cada familia, una la dedico a alfabetizar pero la otra a platicar sobre cómo están ahí y cómo les ha ido. Con tan poquito tiempo no iba yo a tener una gloria con la alfabetización, pero sí en escucharlos, y desde que llegué aquí a narrativa ya no les escucho con ganas de resolverles la vida, porque podría escucharles y decirles: “pues haga esto”, pero no, las escucho y les pregunto cosas y ellas mismas se van dando sus respuestas y creo que voy con eso. Me siento, bueno, me sentía, muy imperfecta en el quehacer como responsable de gestión escolar, ahora me doy cuenta de que claro que soy imperfecta, porque estoy en la parte burocrática, y claro que soy imperfecta, no voy a ser perfecta ante los sistemas burócratas, y me siento contenta y feliz de ser tan imperfecta.

Foto: Ely Metztli
Foto: Ely Metztli

Más tarde empezó a contarnos una ingeniera que colgó el título y se dedicó a crear una comunidad en una calle llena de drogas y delincuencia: empezó con teatro y luego bailaron, después vino la ludoteca y más tarde la compra de la tierra en común. Y entonces nos contó la jovencísima líder comunitaria que perdieron la batalla contra la minera, pero que sigue trabajando y buscando la asamblea. A las dos les pedí una entrevista mientras fregamos los trastes y las dos me dijeron que sí con ganas, aunque un poco más tarde, cuando los estábamos secando, empezaron a reflexionar en voz alta y se retractaron. Las dos llevan una bala en la pierna: una de los antorchistas y otra de los esbirros de la minera. Se puede ser valiente pero no pendejo. Así  las cosas, hasta su nombre aquí les han robado.
En México cada 24 horas fallecen alrededor de 16 personas jóvenes por suicidio. El 0.18% es propietario del 42% de la riqueza nacional. Sólo en Puebla los feminicidios han aumentado 208% del año 2013 al 2015. Más de 27.000 personas permanecían desaparecidas o en paradero desconocido según Amnistía Internacional. El porcentaje de personas que vivían por debajo del umbral de pobreza aumentó del 45,5% al 46,2% entre 2012 y 2014 según datos oficiales. El 70% de la población no tiene derecho al Seguro Social. La tortura y el asesinato alcanza dimensiones de epidemia, no existen datos como demuestran las fosas comunes que están encontrando durante la búsqueda de los 43 desaparecidos de Ayozinapa. Pero, ¿a qué nos ayudan las cifras y las estadísticas? ¿No nos están impidiendo reaccionar sepultados por la magnitud del desastre? ¿No invisibilizan la realidad de las víctimas incluso cuando las nombran?

Foto: Ely Metztli
Foto: Ely Metztli

En junio de 2014 había 25.566 títulos de concesiones vigentes a las mineras a tajo abierto, que corresponden a 25.7 millones de hectáreas, es decir, al 12.85 por ciento de la superficie del país. El 70% está en manos extranjeras, México cobra 5.90 pesos por hectárea cada semestre, el equivalente a medio kilo de jitomates, no existe ningún control sobre el oro que se ha extraído aunque sí se sabe que para cada gramo se remueven 4 toneladas de piedra, se utilizan 380 litros de agua, 43.6 kilowatios, dos litros de gasolina, 1.1 kilogramos de explosivo y ¡850 gramos de cianuro de sodio!  A todos nos resulta difícil imaginar cuando estamos comprando unos pendientes o un anillo las vidas de las familias, unas treinta, que no van a poder sembrar, que no van a tener agua, que están perdiendo todo su patrimonio cultural, que enfermaran porque han sido envenenados, en todos aquellos que no pueden siquiera tener nombre en este texto porque a quienes defienden su territorio los tirotean o los desaparecen y en este país sólo hay una cosa políticamente clara: existe la absoluta impunidad.
Aquí puedes leer la primera y segunda parte