Crecí pensando que este pueblo era una
mina narrativa, pero un día descubrí que no era suficiente con el
costumbrismo. Intuí el surrealismo cuando nos hicieron escribir
en la escuela una postal para mi bisabuela porque cumplía
ciento tres años. No recuerdo el texto de la pizarra, todas las
postales eran de la torre de la iglesia, creo que Mosen Andrés fue
el director de la performance. Durante años fue divertidísimo
encontrarse con setecientas tarjetas idénticas en la que sólo
cambiaba la firma. Daban ganas de hacerse grafóloga.
Han abierto una página de Utebo estos
días, qué coincidencia, como si fueran para mí todas esas imágenes
del pasado, del que vi y del que oí. Además desde que se ha muerto
mi madre ella tiene todas las edades, y yo también. No sólo me pasa
a mí, Mapi dijo el otro día cenando:
-Yo quiero que venga mamá.
Y me gustó.