domingo, 7 de noviembre de 2010

Marrakech-Ouarzazate. El texto.



En el camino a Ouarzazate se nos llenó el coche de gente. Viajar con tres narradoras de armónicas voces que van hilando detalles de tantas vidas, cercanas y remotas, es otra de mis enormes fortunas.

Pero enseguida nos callamos y volvimos a mirar el camino; T conoce muy bien Marruecos y señala las primeras cabras subidas a los árboles de argán. El argán se ha convertido en el oro líquido de la región y lo recolectan las cabras. T nos cuenta que la producción y explotación del aceite está en manos de una cooperativa de mujeres bereberes, la Cooperativa Amal. Paramos en uno de esos lugares de carretera, en medio de la nada pero abarrotados de autobuses. En la entrada de la tienda unas chicas sentadas en el suelo machacan las semillas, del tamaño de una nuez, rojizas o amarillentas. Mientras cantan. Y miran a los turistas. ¿Cómo será triturar semillas de argán cantando y mirando turistas? La gente que vive a la orilla del progreso hace todos los días desde su casa al trabajo un viaje larguísimo.

T. compra un frasco de aceite para los masajes, tenemos una interlocutora táctil que en algún momento de bienestar, o malestar, o no estar, en medio de cualquier silencio o conversación, se levantará como un resorte y dirá la frase mágica:

-Os voy a dar un masaje en el cuello.

Luego silencio de ventanilla, y el paisaje, que me resulta muy familiar. Supongo que ser de un secarral ayuda a distinguir aquí más matices, y disfruto mucho de estos roquedales desiertos entre los que aparecen niños inesperados y señoras cuidando cabras con vestimentas de colores fulminantes. Rodeado de este ocre hasta el azúl del cielo se vuelve escandaloso.

Llegamos a Ouarzazate, la puerta del desierto es un plató, lo primero que encontramos son unos estudios de cine y el resto de la ciudad, de un neocolonialismo desértico, se contamina de la imponente imagen de los estudios, toda la ciudad parece un decorado. Encontramos a un guía Tuareg que, por supuesto, parece un extra, y a quién enseguida llamaremos Gadafi. Después de negociar, poco, quedamos para el día siguiente y nos vamos a comer una pizza. En Ouarzazate, como en todos los simulacros de ciudad, todas las opciones, restaurante con cerveza incluida, están en la puerta siguiente.