domingo, 10 de abril de 2011

La crisis y las metamorfosis.

Hace años que vivo en una burbuja, y como soy consciente de que mi imagen del mundo es irreal y por cosas así hay que preocuparse, me he impuesto un ejercicio: cada tres horas me sentaré en el balcón y haré oreja, en la plaza siempre hay gente hablando, es una plaza completita: con parque infantil, una enorme terraza y hasta una churrería, ¿qué más puede pedir una voyeur?

Quizá sea mi debilidad pero estos días casi todo me ha parecido literario.

Bajé a la terraza de la plaza, con Sol, y me debió afectar el cambio de plano, pero pensé que daba para un buen cuento su vida mientras la oía resumirla en cifras:

-Cincuenta y siete años, la mayor de nueve hermanos, dos maridos, seis hijos, tres nietos ¡yo no había vivido sola en mi vida! Y eduqué a mis hijos para que fueran independientes, por supuesto¡pero no tanto! ¡Y encima esta condena, llamarme Soledad!

Pocos meses después de que se fuera la última hija de casa la despidieron del trabajo, y no veía tampoco a los compañeros. A veces cruzaba la plaza en plena canícula como un alma en pena y había salido solamente a ver si había gente. Estaba tan convencida de que ella con la soledad y el silencio no podía, que cogió el petate y se fue a Zaragoza, a casa de sus padres, para sustituir a la chica que los cuidaba.

-Es como el juego de la oca, volver a la casilla de salida, algunos días tengo la impresión de que el resto de mi vida no ha ocurrido, que no empecé a tener hijos a los dieciocho, que no tuve dos maridos y muchas casas, y problemas y trabajos: cuando mi madre me dice que puedo esconderme a fumar en el baño me siento como si me lo hubiera inventado todo. Pero estoy bien porque discutimos, y gritamos. A mi lo que me mataba era el silencio.

También le encontré su filón para el análisis a la transformación del jardín de un jardinero en huerto. Ha desaparecido el lago de plantas acuáticas: donde había calas, papiros y nenúfares hay lechugas de roble, alcachofas, ajos, zanahorias y cebollas. Los maceteros de fresias ahora son de rucula, perejil y cilantro. Donde crecían los bulbos más exquisitos crecen fresas, también bellísimas. Al olor de jazmín lo ha sustituido el olor de tomatera, que a los de la ribera nos encanta. En fin, que estuvimos de acuerdo en que había sido para mejor:

-¡Qué tontería pasar la vida obsesionados por rodearnos de mucha belleza inútil y bien ordenada!

-Claro pero solo te das cuenta cuando ves el cambio, cuando estás hipnotizado por un bancal de violetas africanas resulta difícil acordarse de la hermosura útil de las lechugas.

La crisis y las metamorfosis; en este momento abundan los cambios de punto de vista y las historias. Nunca se sabe donde va a saltar la liebre, me toca balcón

la imagen es de Antoni Abad