miércoles, 15 de mayo de 2013

De Kafka a Ayutuxtepeque.





Quizá no haya nada tan difícil como quedar con cuatro mujeres para ir a comprar plantero. Cuando por fin decidimos plantar en medio de una inundación se rajan y deja de llover. Quizá por eso, o porque era San Isidro labrador, me he tomado la tarde libre, libre, libre, incluso de lecturas obligatorias, me he dejado llevar por un azar que de azar no tiene tanto como yo quiero creer, y me he puesto a releer las cartas a Mílena.

Recuerdo perfectamente la última vez que las leí, en Ayutuxtepeque, en uno de aquellos ejemplares tan subrayados por tanta gente que aún debe tener el niño José. En casa de José Luis.

Nos habíamos ido a su casa porque aquellos días empezábamos a estar acorraladas por la magia, negra, oscurilla en todo caso. ¡Dos racionalistas acoquinadas por el sonido de un columpio! Pues sí. Aquel columpio del corral estaba horas y horas moviéndose de un modo tan regular que ningún viento, ni ningún humano… Y habían quemado el jardín con sal, y había un muñequito con alfileres enterrado en el patio. La cuestión es que  la niña Blanch le contó a Nora, ya asustada. Y Nora, aquella  lúcida, nos recomendó una limpia con un chamán. Y yo ahí empecé a tener miedo. Como Kant pesaba en nuestras cabezas bastante decidimos que mejor un antropólogo. El Pepe. Y a casa que se vino, recién aterrizado de una casa ocupa en Barcelona, aquel bondadosísimo antropólogo salvadoreño. ¡Puchica si aprendimos sobre el ser humano y su capacidad para cometer destrozos psicológicos aquellos días!  

En tres parrafitos ya me he dejado a dos muertos por el camino. José Luis. El hombre de las camisas coloradas, aquel andaluz preclaro de la radio Izcanal y Nora, la bregada periodista, la maestra argentina.

Lo de la magia negra era verdad. ¡Qué hacían dos chelitas quitándoles los novios a las salvadoreñas después de una guerra! Generalmente usa esos ardides quien te conoce y sabe cuales son tus puntos flacos, no tiene nada de misterioso lo de la magia negra..

¿Cómo filtrará la cabeza esas mezclas?¿Cómo se compatibiliza leer las angustias de Kafka y desenterrar un muñeco de vudu en tu casa? La juventud, que todo lo puede. 

Estaba recordando eso y pensando que una puede hacer las cosas más comunes del mundo, tener la vida más ortodoxa, pero levantarse todos los días extrañada, por eso mismo. Entonces me he encontrado ese párrafo en el blog de Rafa:

“Empezar a viajar compulsivamente fue un paso más en este proceso de escapar de la domesticación  de la mirada. Y, por descontado, de huir de uno mismo. En el viaje se produce una disolución del individuo en el paisaje y en la gente, es lo más antibiografico y antipsicologico que se me ocurre. 
Durante años lo abdujo una fiebre por devorar kilómetros  Coleccionaba paisajes, personas, novedades, aventuras. Un día se canso. Necesitaba parar y se lanzo al otro extremo; a la inmovilidad, al silencio, a la repetición. Había estado atesorando espacios y ahora quería ser dueño del tiempo."

Sylvain Tesson
La vida simple.