domingo, 5 de septiembre de 2010

Una regresión inducida por las judías verdes


Conclusión

Por algo, no tengo ni idea de por qué, pero he sido premiada, supongo que por cuidar con tanto esmero raicillas en macetillas todos los años de mi vida.

Después de aislar momentos de absoluto creo que lo menos previsto ha sido lo más intenso: coger judías. La memoria cada mucho nos vierte un minuto entero en otro, sin avisar y sin que intervengamos, después de una de esas raras sinapsis bajé a las siete de la mañana al huerto, la hora a la que todas las mañanas de verano iba al puente de la caña con la abuela Raimunda, y desde ese día me puse a repetir el rito de los veranos en casa de los abuelos, comíamos durante tres meses judías verdes recién cogidas y siempre estaban en la mesa a la una en punto.

Lo de la foto es presunción de huerto, ya sé, no se ve pero yo estoy mirando el calabazar, nadie lo fotografía pero las calabazas penden de aguacateros y olivos.

Y Puestos a presumir presumiré también de yuca y de fachada:






Las fotos son de Carmen Herrera