viernes, 5 de marzo de 2010

Fidelidad a la felicidad denegada


Leí en algún sitio:

Siempre habrá una frase de Pindaro en la que nadie antes había reparado.

Ignoro cuándo, no estoy segura de que fuera así y no tengo ni idea de a quién pertenece pero, desde entonces, me dedico a intentar encontrar alguna de esas frases, suelo terminar confusa y renqueando, y sé que, como consecuencia de ese vicio, emitó un murmullo monótono que, sólo a veces, se parece al pensamiento.

En todo caso, no lo puedo evitar, hoy he subrayado lo que decía Theodor W Adorno de Walter Benjamin, y he anotado todas las frases como si estuvieran recién escritas y lo aclararan todo:

Su insistencia resolvía lo irresoluble: se adueñaba de la esencia precisamente allá donde el muro de la mera objetividad defendía implacablemente todo lo falazmente esencial. Dicho de manera sumaria, le impulsaba salir de una lógica que recubre lo particular con lo general o abstrae lo general meramente de lo particular.

No está más lejanamente emparentado con Kafka que con Proust. Que hay infinita esperanza, pero no para nosotros, hubiera podido ser el lema de su metafísica si se hubiera prestado a escribir una.

Todo lo que Benjamin decía y escribía sonaba como si el pensamiento, en vez de apartarlas de sí con elegante madurez, tomara las promesas de los libros infantiles y las leyendas tan al pie de la letra que su cumplimiento real se desprendiera del conocimiento mismo

El título también es un saqueo del libro de T.Adorno Sobre Walter Benjamin. Son las palabras, pocas palabras, con las que resume la gran determinación de su discípulo, una determinación que mantuvo:

como si lo convencional no tuviera poder sobre él

Después de tanto subrayar ameritaba una perdidita y me he ido a programar un palimsepsto de aromáticas con Miguel, que es jardinero, a Vinos Chueca, ese lugar acogedor que suena tan bien como se puede comprobar más arriba.