miércoles, 1 de abril de 2009

Se me mueven los planos


Vine obedeciendo a Sonia Antón, mirando por la ventanilla, y el paisaje estaba más verde, pero menos, mucho menos verde también, y verlo tan de corrido hizo que me dieran las ganas de resumir, enumere, minuciosamente, todos los planos desplazados de los últimos años, y no eran ni muchos ni pocos. 

Tengo un reloj de arena que no sé cuántos minutos dura, que es lo mismo que no saber como funciona. Eso sí, sigo dándole la vuelta. Algo dirá. 

Pero lo que quería contar hoy es una distorsión de planos que me sienta bien, porque ya es habitual, familiar, está asumida, es nuestra. Y a nadie le puede sentar mal una sobredosis de extrañamiento, es cuestión de no pensarlo de antemano. Además todos los desordenes pueden, si se les deja fluir, traer recados importantes, ser generativos. Esos choques de placas tectónicas, ya sé, no son recomendables en los restaurantes, una desorganización de distancias y horizontales y verticales y excéntricas no es, así nomasito, para un menú del día.  

Pero cada seis meses, núnca más de nueve, Blanca me guiña un ojo y dice el abracadabra: 

-¡Una cena rica niña Marta! 

Da igual dónde estemos. Da igual el restaurante, aunque siempre la mesa está al lado de una ventana. He visto nuestras conversaciones desde seis o siete ángulos simultáneamente y suelo tomar como punto de referencia la ventana (que tengo un poco de vértigo) Para cenar sólo un apetito: vernos desde la otra silla. Encontramos, sin dificultad, alguno de esos restaurantes que dan vueltas y vueltas. Una vez, en Ámsterdam, una violinista se acercó para disimular nuestros gritos y con mi natural Sanuy la miré y le dije: Blanca esto no vale, que lo he visto en una película. En esas cenas se suceden cachimbada de catarsis, las catarsis, y de viajes, y de tristezas hondas, y otras veces hasta se puede oler la adrenalina.  De pronto nos despertamos y venimos de San Salvador o del molino. El tiempo es de chicle.Luego las dos, que hemos perdido los planos hace rato, repetimos  el himno de la revelación, alternativamente, cada poco; 

-sisisisisi, ahora siiiiiiiiiiiiiiiiiii

                                                  Me acuerdo

                                                  Lo entiendo

                                                  Lo noto

                                                  Lo veo

                                                  Lo se

                                                              Que Siiiiiii, ya, estuvo, ¡que sí!

                                                                                               joderrrrrrrrrrr

                                                 

 

Y poco a poco, después de muchos salmos, la mesa aterriza. Y dejan de llovernos platos. 

-Que bueno está todo, pica ensalada. 

-No, si no puedo 

-Claro normal, ni yo, pero estaba rico. 

-Hala vámonos, que hasta las velas se nos apagan.

Y luego ya todo es normal. 

¿Quién habla en esa primera cena? ¿De dónde nos sale ese coro contrapicado de dudas y certezas, esa ubicuidad? Y sobre todo  ¿Dónde estamos; en San Salvador, en Granada, en Gaza, en Quito, en Ruanda, en Santander, en Coin, en Madrid, en Ámsterdam. 

Y decimos a la salida 

-¡Eso no son restaurantes, son sitios extraños, como las ferias ¡

-Bueno tampoco es una noria todo lo que da tantas vueltas

-No, no, es nuestra vida chava, ¡un poco de seriedad!

-Entonces un gin-tonic 


La imagén es de Tete Alvarez y se titula Trampantojo.