Alain Fleischer
Aquel domingo, mientras yo hablaba con
mi padre y con la tía Pili por skipe, mi madre hablaba
por teléfono. Era una telefómana, a mí me gustaba desde pequeña
oírla e imaginar lo que decía el del otro lado. Tenía una
particularidad, frente a las habituales despedidas largas y
redundantes, ella colgaba cuando le pasaba por las narices, casi sin
previo aviso.
-¿Ya te ha colgado, a
que sí? A mi me ha colgado también esta mañana. Dice bueno, venga,
vale y cuelga.
Al final se puso mi madre
y me dijo:
-Pocas novedades tengo
que contarte. El tío sigue igual, hace calor y poco más. Bueno sí,
que he hablado con tu prima Olga y me ha dicho algo obvio pero muy
convincente que me ha cambiado el ánimo:”Tía, mi padre ha vivido
setenta y seis años plenos, es muy triste, es muy doloroso, pero es
así y hay que aceptarlo”. No sé explicarte por qué pero me han
hecho mella sus palabras y la manera de decirlas, me he quedado como una seda
Luego me puse a hablar yo
pero me dijo
-Marta, te dejo, que tú
cascas mucho y se me pega la paella.
Luego descubrí que ese
día habían comido asado, así que en su última frase mi madre me
mintió, o se puso literaria