domingo, 3 de mayo de 2015

Más tonterías sueltas.



1

Algo tendré que apuntar sobre la impresión que me ha causado el libro de Gershom Scholem, el amigo de Walter Benjamín, en el que cuenta la amistad, sobre todo epistolar, que ambos sostuvieron. Había leído mucho a Benjamín pero no tenía ni idea de cómo fue su vida, que fue mucho peor de lo que se imagina a través de una escritura tan templada. El susto más fuerte tiene que ver con su suicidio:siempre creí que había sido una decisión instantánea al verse acorralado en Port Bou, pero no, llevaba tiempo programándolo agobiado por problemas económicos. ¡Qué se puede esperar del disfraz de una Europa que puso a uno sus mejores pensadores en semejante tesitura!

2

Sobre todo que nada ni nadie me imponga temas ni me meta prisa, pero a veces resulta difícil inmunizarse: hoy todos balbucean ininterrumpidamente la palabra mamá y nosotras hicimos juntas quiche lorraine hace un año.

-Pero mira que soís pijas, yo tengo huevos tontos con longaniza.

Dijo la tía Emma. Veníamos de pasear por ese parque inacabado entre aceiquias que no encuentra adjetivos.

-Venga literata, pon un adjetivo a esta rareza, pero que no sea lunar, que la vida es demasiado corta para andarnos repitiendo.

Luego fuimos a fumar a la plaza del ayuntamiento, que apestaba a jazmín.

3

He decidido releerme todo Kafka en orden. Estoy con América. Kafka fue una de las últimas y más intensas obsesiones de Benjamín, ambos tienen un importante dato biográfico en común: nunca llegaron a Palestina aunque se lo propusieron ininterrumpidamente. La importancia de las cosas que nunca llegan a acontecer. Kafka más que un escritor es un mago nemotécnico capáz de distribuir las palabras y sus imágenes de modo que resulten inolvidables.

4

-Esa casa la ganó entera un tío abuelo mío a las cartas, pero poco más tarde perdió la mitad, y gracias a eso fuimos vecinas.

Cuenta M Jesús transformada en Susi sobre la casa con la que siempre sueño.

-Cuando la tiramos se decidió hacer la división con una línea recta, hasta entonces nuestras escaleras se comían vuestro salón, y vuestros dormitorios entraban en la primera planta, y aquella alcoba que tenía mi madre...

-Pero no nos oíamos, con aquellos muros era otra cosa vivir al lado, se invadían nuestros espacios, pero no nuestros ruidos.

Ayer hice migas, buenas migas, las cortó la tía Emma como hubiera hecho la Arse, ya sabe la estanquera que mi madre eran dos hermanas que fumaban chester. Después de perder a su interlocutora durante 74 años Emma necesita sobre todo buenas conversaciones. ¡Y gente joven!

-¡Si vieséis  se peinan las de mi edad!¡con un pelo ordenado detras de otro!