viernes, 30 de agosto de 2013

Me quedo un rato más.



La llegada sucedió exactamente en la rotonda de Motril, cuando vi a alguien sacando medio cuerpo por la ventanilla del copiloto mientras el conductor me pitaba. -Que pase por encima si tiene tanta prisa- pensé- no me juego el título de conductora tranquila por nada. Me fijé un poco más y la loca que gritaba era la niña Blanch, así que de Motril a Almuñecar cambié mi velocidad por la del rubio, que nos llevó a la playa.

Me molesta llamar a esto mis vacaciones. Lo único que hago en verano es volver a casa. Tampoco es un veraneo, porque me quedo todos los años a saludar un buen rato al otoño que, por cierto, empezó ayer con una tormenta de las de por aquí, una de esas que transforman tanto la luz que durante horas estás convencida de tener premoniciones e intuir cambios inminentes, de las que empiezan con unas pocas gotas pero de más de medio litro; a veces la primera bautiza a tu interlocutor y lo deja triste para todo el día, y otras veces te cae a ti y no puedes entender que el de enfrente siga tan seco.

Sé que llega el otoño también porque todos empiezan a preguntarme que cuándo vuelvo. Para venir esperé a que maduraran los primeros tomates, para volver voy a esperar a comerme un par de granadas.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Crónica de un hidrotaller.




El molino esperó a que estuviésemos todos reunidos antes de romper la tubería. La de la toma de la lavadora. Confieso que cuando me di cuenta lo primero que hice fue cerrar la puerta, pero salir huyendo era inútil, no se puede huir de la velocidad del agua. La hermosa inundación puso en movimiento a un ejército y no sólo eso, provocó a aparência em nossas vidas de Peix Campo.

 Llegue a creer que Belén era fontanera de verdad cuando, auxiliada por Carlos, intentaba cerrar la llave de paso, el  chorro de agua a presión en la cara embellecía notablemente a la salmantina, que mientras se ahogaba era traducida por el de Móstoles:  llave inglesa, destornillador, llave normal, más pequeña, más grande, y todo eso estaba tan ordenado en la casa de aperos que creí que iba a ser coser a cantar. Mientras todos los demás pusieron sus toallas limpias a disposición de los charcos y Olivia buscó en el Google las instrucciones de la lavadora.

¡Este curso va a salir bien! Me dije, al contemplar una reacción unánime y sincronizada. Y me acordé de ese experimento que siempre me cuenta René, el de la inteligencia colectiva, el positivo, que hay dos: se pregunta a cientos de personas cuántas judías exactamente hay en un tarro y aciertan. Estamos pensando muy en serio abrir los cursos rompiendo una tubería, los problemas deberían convertirse siempre en pegamento entre las gentes.

Un poco después descubrimos que la llave de paso estaba pasada de rosca y los achicadores agotados, y tuvimos que pasar a mayores. Cortar la llave general. Quedarnos sin agua. En la cena diseñamos estrategias de urgencia. Nos ducharíamos de dos en dos mientras un tercero fregaba los platos, sólo se podría ir al baño cuando se hubieran llenado las cisternas, otras dos personas se quedarían achicando el agua que la lavadora, que a esas alturas ya vomitaba por el tambor.  No había dudas, el curso tenía que salir bien.

A las diez de la mañana, es decir, tres horas después de acostarme, estaba harta de pensar en la lavadora desde la cama, y decidí contemplarla, pero se me habían adelantado, ya estaban Zoe y Blanca ocupando la primera fila. Entonces tuve el primer ataque de optimismo agudo, yo sé que Zoe con una llave inglesa en la mano es capaz de parar al las crecidas del Nilo, pero fue seguido de un retortijón de pesimismo cuando Blanca, que es fuerte y altísima, me dijo: ¿y si la sacamos al porche para vaciar el agua? Imaginar la lavadora convertida en manantial dando vueltas por la casa me desbordó, pero de ahí surgió una tercera idea: ¿Qué hago yo cuando me desbordo? Llamo a mi padre.

Matías estaba atento al Skipe, recopiló toda la información, hizo un diagnóstico y juntos descubrimos que necesitábamos un fontanero. Además nos contó dos o tres chistes malos que nos consolaron y llevaron a las chicas a la conclusión unánime de que tiene la voz muy bonita y está como una cabra. Entonces Blanca tuvo una iluminación, trasladó la goma de la lavadora al lavabo y pudimos abrir el agua, después de tanta escasez nos había salido una fuente en el centro de la casa.

Los duchos en horóscopos dijeron luego que nos habíamos reunido demasiados símbolos de agua,  los que manejan simbologías se apropiaron de la idea, todos se rieron y se leyeron poemas alusivos. Yo sólo pensaba en el suelo seco y en regar. Cuál sería la sorpresa cuando, en un viaje placentero a la cocina descubrí que la inundación había vuelto, esta vez por la ducha…

Pero no quiero pecar de minuciosa para ocultar mi incapacidad de escribir ahora. Se fueron casi todos hace dos días, pero los sigo oyendo por las esquinas, y vuelvo a ver a Olivia, con el vestido de polo de limón, comprando a toda velocidad en el supermercado,  y la cara de felicidad de Muriel cuando vinieron de asaltar la piscina del vecino, y a Carlos escribiendo y abrazando por las esquinas, diciéndome al final del porche eso tan bonito: que soy una mama italiana grande (eso sí que me dejo pensativa, quizá sea lo que quiero ser) Y vuelvo a ver a Andrés y a Zoe en una danza, pendientes de todo, intentando disimular la cara de pena cuando tenían que bajar a por víveres a Almuñecar. O a Yeray, escondido detrás de una puerta escuchando la clase de Gonzalo. A Blanca y a Begoña las oigo desde la habitación, y da gusto despertarse con su charleta. Hoy, quitando las cenizas de la chimenea, ha vuelto entera la conversación con Andrelo sobre anarquismo, le estuve hablando de mi tío José María y estallaron las coordenadas espacio- tiempo, la ponderosa se plantó aquí, se metió en el molino, entera.

 (Por eso me acuerdo de algo que os tengo que decir, amigos de Peix Campo, las ponderosas, los molinos, los u-topos, los lugares que no existen, son voraces y nos recuerdan continuamente que solos no somos nada. Y la otra cosa era que quedáis nombrados molineros, y que ni modo, ya sabéis que es verdad que esta es vuestra casa y necesita retroalimentarse con vuestras carcajadas y vuestros sofocones.

Bueno, que desciendo, la tarea de rescatar minutos este año la tenéis vosotros. Han ocurrido algunas cosas desde que nos abandonasteis, esas sí me tocan a mí. Taida ha vuelto a comer carne, estoy oyendo la alegría general. La lavadora funciona. Fue magnífico no tener que plegar esta vez las sábanas sola, me ayudó Yeray. A Yeray se le ha caído un diente y le ha roto el perro su muñeco preferido, pero no importa, esta tarde va a viajar en canoa, y Taida también. Zoe ahí sigue, ensayado su texto mientras riega y bajando a la civilización.  Gonzalo está mustio, vuelve la cabeza mucho y me pregunta con la mirada, extrañado ¿dónde está la gente?)


sábado, 24 de agosto de 2013

Lo que acontece

Ya se han enfriado mil veces las patatas con bacalao y la clase no termina.

Da igual, las cocineras no pasan hambre.

Y mientras suena algo que me viene muy bien:



He prometido aislarme después de comer, pero no sé si podré.

Esta noche toca historia, argumento, acción y ficción y uno o varios capítulos de liebres.

domingo, 11 de agosto de 2013

Esperando a las Perseidas.



Cuando me quedo sola los pájaros ignoran mi presencia y se vienen a columpiar a la cuerda. Eso ya lo he contado. Entonces imagino todo lo que se acercaría a uno si fuera invisible, sin este gran tamaño de carne y hueso que según la niña, que lo amasó el otro día, siempre la despedida es un masaje, a pesar de todo no tiene nudos. Creo que los pájaros  vienen a mirar las sábanas tendidas. Este año todos las eligieron blancas, a mí  la terapeuta me puso unas verde rabioso que dan sueños con sabor a chicle de menta. A Buñuel también le encantaba la ropa tendida y, hace unos años, estando aquí sola, le hice un homenaje proyectándolo balanceado por un lienzo  y escoltado por calcetines. Pero eso también lo he contado.

El molino pasó de cántabro a políglota con la llegada de nuestra tailandesa. Inmersión inglesa trufada con rotundas frases, que no nos suenan a pesar de los años a nada, en holandés, excursiones aclaratorias al francés y vuelta al español ante mis gestos de ignorancia sajona.

Contó Ann, en inglés, que estando en Colombia una amiga suya tuvo una relación con un nativo y ella  se dio cuenta de que le decía insistentemente:

-A mosquito

Cuando lo que quería decir era amorcito.

Ahora debería haber silencio, pero se ha vuelto loca la chicharra, parece que hoy no la callan las piedras. Todo está igual, pero más frondoso. Ayer Martín plantó un magnolio aquí mismo. Unos días antes preparamos una bomba de olor, unimos a una hierba luisa con un jazmín. Pero stop, que me vuelvo a escorar un verano más hacia la jardinería y el ciclo.

La soledad depende de con qué se construye. La mía es gratísima, siempre tengo pendiente la digestión de muchas conversaciones, cometidas o pendientes. Además no se parecen en nada la soledad del infierno y la del paraíso. Aquí se puede llenar con cualquier duda el tiempo sin culpabilizarse, hoy por ejemplo no voy a limpiar porque no he decidido si es mejor empezar por arriba o por abajo.


Ah, lo de los caracoles. Me encantan los caracoles y los estuve guardando debajo de un colador, hicieron fuerza juntos y lo consiguieron levantar, puedo destinar el domingo a coger caracoles dentro de casa. Por la noche tengo plan, he de revisar mis deseos, esta noche caen las perseidas.