sábado, 14 de enero de 2017

Invirtiendo preguntas.




Estuve leyendo unas buenas memorias de Rulfo y llegué a la conclusión de que los que le preguntaban ininterrumpidamente por qué no escribía fueron los que le impidieron escribir. Hay temperamentos que no soportan ciertos ruidos ambientales. Y me da que don Juan tenía lo suficientemente fruncido el ceño como para vengarse de esas demandas que no lo dejaban escuchar. A su modo siguió escribiendo. Claro. Porque escribir es sobre todo la afición de pasarse la vida buscando palabras exactas. Las anotes o no.


Luego  me pregunté mucho rato por qué no se interroga al revés: por qué no se les pregunta con que fin siguen escribiendo a todos aquellos que pergreñaron unas cuantas páginas felices y luego se han pegado la vida enturbiándolas,  echándoles repeticiones y nimiedades encima una vez que habían logrado nuestra atención,  título tras título, sin ningún respeto hacia nuestro tiempo, convencidos de poseer “el dón”  porque un buen día los bendijo el mercado.