jueves, 19 de enero de 2012

Punzadillas de nostalgia guanaca




Dos veces o tres veces al año Vladimir y yo chateamos durante horas. Cuando estoy en el molino el poeta agricolari, que es un oráculo, me enseña cosas imprescindibles:

-Es bueno hacerle un cerco a cada árbol, pero tiene que medir al menos el doble que la copa porque hasta allí le llegan las raíces.

Dijo en julio, y fue lo más útil que oí en todo el verano.

Ayer le mandé el mapa de mis plantitas y me cuenteó asegurando que era un jardín lezamiano.



Conocí a los Salarrue en una fiesta, luego, cuando bajábamos andando desde el cerro con la ciudad iluminada a lo lejos, y hablaba el Tibu, y respondía Manuel, y apostillaba Vladi, supe que escucharlos era la única finalidad de mi viaje. Aquella noche San Sangrador y los poetas se lanzaron chispas en una batalla feroz, hermosa, implacable, diabólica, y en lugar de descender, por mucho que caminásemos, seguíamos subiendo.


Por entonces la niña y yo, cansadas de la insistencia, convinimos un guión para responder a los interrogatorios.

¿Y tú que haces aquí?
-Vivo aquí

-¿Y tú?
-Yo he venido para oíros hablar.

Desconcertarían, pero eran las respuestas más exactas.



La casa de Ayutuxtepeque 44 tenía encima un cementerio y cerquita la cárcel, era un paraíso situado en el averno, y para llegar había que bajar muchísimas escaleras que siempre supimos simbólicas. Quizá por eso hacíamos tiempo y ánimo con una Pilsener en la Tiendita el Calvario. Nuestra casa era la penúltima del pasaje, y el pasaje era una jungla bien densa. En la puerta teníamos un teléfono camuflado entre jazmines al que se nos podían llamar, pero nunca hubo manera de hablar más de un minuto porque le había salido una ciudad de hormigas carnívoras en la pata. Y luego estaba la verja, que dividía a los invitados entre los que exclamaban:

-Cómo puedes estar tan tranquila con esta verja cerrada, si hubiera un terremoto cabal que se atoraría y no podrías salir

Y los que decían

-Pero qué valor tenes. ¡Cómo vas a creer que podes estar con la puerta abierta! Te van a caer los mareros y vos me dirás.