lunes, 22 de septiembre de 2008

y remacha y ajusta/tanta vida ambulante



Esta mañana, llevaba puesta una toquilla de Elena y había llovido; me he desdoblado y he tenido la certeza de que todo el camino me traía exactamente hasta ese momento y esa piedra: soledad, paseo, lluvia, piedra, alcornoque, toquilla.

Cogerse el ritmo, ir cambiando el ritmo, calmar a los otros miembros de nuestras respectivas cooperativas (todos tenemos un montón de personajillos dentro y cuando son buenos, cuando no riñen, trabajan como cooperativa, aún así) dejarles hablar entre ellos, y al pesado de tu portavoz y de mi portavoz, ese proceso largo, difícil, agotador, hasta que todos ellos callan.

Ir empezando conversaciones con silencios que duren muchos días, muchos meses, muchos años, buscar de qué otras corrientes mayores son afluentes algunas redundancias, algunas imágenes, algunos recuerdos; ir borrando cuidadosamente las palabras que sobran.

“Cada uno ha de volver a pensarlo todo desde el origen”. Y “hay que parar la cabeza para que al resto del ser le de tiempo a llegar a ser”. Algo así decía Elias Canetti, me recuerda José.

(y una imagen viva detrás de la conversación de anoche: el atracón de queso: ¡qué hambre dan los conceptos!. Hasta empezamos el turrón y dimos por celebrada la navidad)

Cuando me he despertado he buscado y encontrado la Oda a la Hospitalidad de Claudio Rodríguez. ¡Qué bueno es Claudio! y ¡cómo llueve!


La imagen es de Claude Cahun