miércoles, 30 de julio de 2014

Descanso merecido del séptimo día



Además no tenemos café, mientras maja Martín el que nos queda en grano, mi cómplice de labores dice:

·Yo hoy no tengo ganas

Yo me he levantado pensando lo mismo, nos rendimos, al unísono, ni un cable ni una gota de pintura blanca en todo el día. Cuando caíga el sol sembraré la rúcula y esta noche nada de pelis de acción, daré la clase desde la cama.

Ayer fue el cumpleaños del Jelsma y le preparé una dorada a la sal y a la brasa, que R y yo no pudimos probar,  trajo a una amiga Uruguaya para celebrar. Tenía muchas ganas de tener información e impresiones de primera mano, ¿Cuándo es la última vez que oí a alguien sensato decir que está orgulloso del presidente de su país?¿Lo había oído alguna vez en mi vida?

Son sublimes estos descansos tremendos después de siete días sin parar de enjalbegar y succionar telas de araña. "Marta, no dejes los techos barridos, que te conozco" oía decir a mi madre cuando creía haber terminado". "Ya está, ha quedado de puta madre, no nos vamos a desquiciar con detallitos" le replicaba la Blanch. Mucha dicotomía esas dos señoras dentro de mi cabeza. En esta ocasión le haré caso a mi madre porque he decidido tener una habitación sin más cosas que un armario y una cama. Blanca y diáfana.

Esta noche toca aguacate batido con tomate y anchoas y disuadir a ese holandes empeñado en hacer la tortilla de patata. Pero eso es luego. Ahora toca tirarse con Kafka muchas horas en la hamaca.