No sé qué me pasó ayer, pero no leí el periódico como siempre, empezando por detrás. A los periódicos luego se les nota el orden en que los leíste, este sigue despatarrado al lado del sillón reclamando mi atención.
Ha llovido mucho desde la mañana en que llego Ana Pilar a la librería entusiasmada:
-Corre, vamos, me dejó pasmada ayer, tiene clase a las doce, se llama
Daniel Innerarity.Y allí que nos fuimos. Ana debía hacer tercero o cuarto de filología y yo la acompañaba con frecuencia a clase, a las de
Innerarity, alguna vez a las de
Mainer, siempre que podíamos a las de
Aurora Egido (tienes razón Antonio, magistral Aurora, merece entrada aparte)
Las clases de
Innerarity siempre nos devolvían perplejas a la calle ante casi todo lo que antes de entrar en el aula nos parecía evidente. Aquel hombre intervenía donde la realidad había urdido el tejido más apelmazado, lo vapuleaba, y nos lo devolvía oxigenado y vaporoso. ¡Ay! ¡La complejidad de lo obvio!
Me he quedado tan satisfecha después de leer
La coalición de los vivos que a punto he estado de cerrar el periódico, que es lo que suelo hacer cuando me siento satisfecha; retirarme a rumiar. Pero he seguido gateando por las páginas y también he leído el articulo de
Federico Mayor Zaragoza, entonces sí, ya, ameritaba la horizontalidad y las réplicas y parecía posible el mejor pensamiento; el que puede ser fértil y práctico, hasta imprescindible.
La imagen es de
Olafur Eliasson, otro señor cuyas propuestas siempre me ha interesado, y que también estaba en ese periódico.