domingo, 7 de abril de 2013

De cuando lo que buscas te encuentra.







Siempre me alegra el ánimo detenerme en Forcalquier, comer en casa de los Bardouin, dar un apretón de manos a Marius el impresor y a Figuière. Este peñasco de valientes es la ciudadela de la amistad. Todo lo que obstaculiza la lucidez y frena la confianza ha sido expulsado de aquí. Nos hemos desposado de una vez por todas ante lo esencial.

Dice René Char. Y yo he pensado que ese texto me viene al pelo sustituyendo Forcalquier por Satsuma y por Amapolas en octubre. Siempre me digo que tengo que hablar por aquí de Joaquina Prados y de Isabel Mercadé, esas dos desconocidas mías y desconocidas entre sí que aparecieron en la mujer sin atributos hace seis años y ahora forman parte de mi intimidad.

La calidad de tu vida depende a veces mucho más que de la salud, del dinero y del amor, de las personas con quienes te comunicas.

A Isabel no la he visto nunca pero con los años descubrimos dos amigos comunes: Joaquín María Aguirre y Francisco Fernández Buey, nada menos. Nunca nos hemos visto pero hasta hemos llorado un par de muertes juntas. A Joaquina, que es, además de musiliana convencida, la psiquiatra con quien siempre soñé, la vi cinco minutos, vino a la fiesta de despedida de Nacho para conocernos a Sonia y a mí.

Con cada nota en fb o en sus blogs siento que me dicen mira y nunca me defraudan. ¡Lo que habré aprendido de esas dos en estos seis años! Además puedo desayunar absolutamente sola durante quince días seguidos en medio del campo y sentirme estupendamente acompañada: gracias chicas. De pocas cosas tengo más ganas que de ese par de abrazos pendientes.