viernes, 28 de junio de 2013

¿Se puede aprender a sentir?



Lajos Nagy


No tenía intención de ponerme a escribir, pero nada más levantarme he encontrado al camarada Escarpa pistola en mano apuntándome a la confianza.

-Articula

Me ha dicho

Y yo oigo y obedezco, así que, apropiándome de su pregunta, he escrito esto que no sé si pasará el estricto consejo de redacción:


¿Se puede aprender a sentir?

Se debe,  esa es la  tarea de lo serio. Sentimos casi siempre con palabras y lo que llamamos realidad no es más que un relato. Aprender a sentir es aprender a contarse bien a uno mismo y  contar bien a los demás.

Todo verdadero aprendizaje comienza por un desaprendizaje. No sólo se trata a explorar  territorios, aunque también,  lo imprescindible para iniciarse en esta disciplina es renunciar a los caminos trillados: ¿cuántos psicólogos y psiquiatras habrán tenido que hacer horas extras para  desfacer los entuertos creados por esas letras de canciones, que todos hemos  tarareado,y que se resumen en: “eres mío””soy tuya” o “sin ti no soy nada”?

A todos nos troquelan las emociones desde chiquitos, y eso se hace con palabras, con palabras pues habremos de curarnos: mirando con lupa las que están envenenadas, las que, para conducirnos a la nada, exageran, las que pretenden tener en la barriga demasiado sentido, las abstractas. Para empezar el tratamiento yo pondría a dieta  “soledad” “cobarde””miedo””envidia””celos” o “impotencia”,”todo” y ”nada”, y también los posesivos. Además, como siempre hay malos momentos en los que nos vence la tentación de simplificar, deberemos hacer acopio y utilizar con frecuencia esas frases, hay muchas, que nos disuaden cuando nos tienta ponernos autolesivos:

-"Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo"

Aristóteles

-“Minutos después de que alguien me defraude me da un ataque de amnesia y desaparece para siempre”

Mi madre.

-“Los que están no estorban, los que no están no hacen falta”

Decía un anacoreta al que conocí en una playa del Pacífico, mereció la pena ir hasta allí sólo para oír eso.

-“¿Y mi sensibilidad qué?”

Dice un amigo cuando intuye que corres el riesgo de herirlo.

Todas ellas son fórmulas  breves, útiles y portátiles. ¿Se podrá aprender a ser breve y convincente?