jueves, 30 de julio de 2009

Cuando en el parque había un útero de estatuas o La imantación de los paisajes

No sé si íbamos a jugar al almacén de mármol o sólo a escondernos. No había vallas, ningún gigante hubiera podido robar tantas toneladas, y a nadie le molestaba que un par de adolescentes pasaran el atardecer entre piedras más altas que ellos, vagando cada uno por su lado.

Había mármol negro, rosa, blanco, verdoso y con aguas amarillas, había granito y unas montañas de lascas azules que fingían desprenderse como un hojaldre de papel. A mi me gustaban más las piedras de mármol rojo, llevaban tantos años apoyadas en la orilla de la acequia que aquel rincón parecía una Pompeya provisional rodeada de juncos.

Era una explanada grande, desordenada, ruidosa: los bloques chillaban como si les dolieran las vetas cuando les hundían la sierra, se quejaban como si no quisieran volverse suelos, balaustradas y mosaicos. Y se disgregaban llenando el aire de polvo y el suelo de escalla y ripio.

Ahora de aquel paisaje de dibujos infinitos nadie se acuerda, desaparecieron aquellas moles y el solar se ha convertido en un parque: no todo se ha perdido, quedaba una herencia pesada y ha vuelto a por su rescate. En ese parque se que se convoca el Simposium Internacional de Escultura de Utebo

Nunca se Supo, Mujeres de Sucumbíos contra el Olvido







martes, 28 de julio de 2009

Para que Sonia compruebe que no exagero


Me la volví a encontrar, en casa de Javier, a la de 24, exactamente a esa, ni un año más ni uno menos. Nunca había visto esta foto, pero ahí estaba, esperando para mirarme, ella a mi, con los mismos pelos.

¡Qué montón de fotos nuestras estarán desperdigadas, esperando para mirarnos, con sorpresa, los próximos veranos!

jueves, 23 de julio de 2009

Siempre nos alcanza lo imprevisto o una pesada y pesadilla


Tengo el mapa mental enlutado con los consejos de las estadísticas. Sé: que no comer, que no decir, que no leer, que no sentir, que no decir sobre todo, y que días no viajar, que no beber, a donde no ir, a quien no querer, cuando, cuanto y que no pensar.

Actuamos como si pudiéramos conjurar lo imprevisto haciendo listas en las que siempre se olvida incluir a las pesadillas que, despechadas, aprovechan para desarrollarse los nutrientes que encuentran en la enumeración de la que fueron excluidas. Así se van convirtiendo en una plaga; sin antídoto

La de esta madrugada no se diluía ni con agua helada, ni con paseos por el largo pasillo, ni con cigarrillos adobados, se obstinaba en ser reconstruida para ser recordada, era una de esas pesadillas que se dan importancia.

¡Lo que no puede pretender es que la cuente!

La imagen es de Antoni Miralda

miércoles, 22 de julio de 2009

Vendrán tiempos más malos



Suelo tener, ¿privilegio o condena?, muchas informaciones de primera mano. Aún así vivo tranquila ¡qué remedio! ¡No puedo estar continuamente preocupada por esa tropa que a saber en qué bombardeo está!

Para variar me levanto y encuentro una nota de Inés en el Skipe:

-¿A quién conoces en Honduras? me voy para allá.

Me pongo a navegar por Centroamérica y en el 3000 han subido un artículo de
Juan Gelman.

Luego he leido al siempre ilustrador Andy Robinson: El choque detras del golpe: CAFTA contra ALBA

Y luego otro día más maquillando lo obvio en casi toda la prensa, y con ejércitos de opinadores en las televisiones y en los bares y en los foros
decantándose, ¡ese vició compulsivo de la decantación que nos ha entrado!

Era todo una miqueta más sensato cuando se decantaban sólo los líquidos:

porque la estructura mental que funciona a base de contrarios tiene una gran rentabilidad ideológica

Decía Roland Barthes que, con frecuencia, acertaba.

La foto es del google y es de Tegucigalpa, echenle imaginación los norteños, es la foto de una inmobiliaria.

P. D. Me he acordado de Roland Barthes porque decía, también:

En cuanto a mí, el paradigma sobre el que intento regularme, con todo rigor (es decir más alla de una posición política preferencial), no es el imperialismo/socialismo, sino el imperialismo/otra cosa...esa oquedad utópica es el único sitio en que actualmente puedo sostenerme.

martes, 21 de julio de 2009

Hace miles de años que Nicaragua se mece entre el agua y el fuego. Su historia está determinada por un suelo que hierve bajo los pies y aguaceros



que se abaten sobre la cabeza

Dice Tania Montenegro en uno de los textos del libro "Aquí, junto al agua" de Rafael Trobat.

Es rico encontrarse por aquí a las muchachas. Cuándo ha saltado esta mañana LaTania en la pantalla la nostalgia se me ha convertido en ferocidad y, al chile, me he puesto a preparar un ceviche. He picado la cebolla, el tomate y el cilantro menudísimo, picar menudo se parece a dormir, como si entre el cuchillo y la atención pudieran poner en marcha otra sinapsis: primero ha pasado por delante una sandía.

Y luego muchos tamales, barcos varados, cazuelas de casamiento, lanchas heladas, la jaula de la guardería con Tania, Mara y Jessica durmiendo dentro, el terror que le producian a la Ñata las cucarachas, los autobuses abarrotados; el día que me dormí en los brazos de una negra con rulos que me tapó con su manta blanca, camino a Blufields. La pasadera de gente en la casa, los cafetines delante de la universidad, las expediciones para comprar los cigarros de cuatro en cuatro. La Tania en San Salvador pelona, Mara majestuosa nombrando nítido en ancho y en valiente, mientras se limaba las uñas; aquella capacitación mística que no se me ha olvidado. Nunca nos llegaba para un paquete de veinte cigarros entre tres periodistas, una socióloga, una fotógrafa y una poeta. No es paja la pobreza en Nicaragua. Sanísimos aquellos cigarros de cuatro en cuatro.

La foto estaba en mi armario, se quedaría dentro de un libro en algún traslado, de Mara no es porque es la que está detrás, quizá sea de Rafa, del autor de este libro recomendabilísimo.

viernes, 17 de julio de 2009

De lo que acaece donde parece que no pasa nada


Reconforta, resta urgencia, estar por allí mientras muda el paisaje, notar que desde antesdeayer han enrojecido y huelen hasta el camino los melocotones, espiar como se va volviendo una flor calabaza y encontrarnos, los últimos días, con muchos más horizontes, ¿amarillos? ¿dorados? ¿cubistas? ¿dodecafónicos?: acaban de segar el trigo.

Ya no fiamos el desayuno a los caprichos de esos higos dulces que vienen a la mano –sabrán mejor mañana- decíamos, y por culpa de ese abracadabra al día siguiente habían desaparecido. Emma puso ayer en marcha el otro plan: pegamos dos cañas y una lata con esparadrapo y pescamos los mejores higos de las alturas.

Nos fumamos el primer cigarro en el espigón, llegamos pasando agachadas por debajo del tamariz, que en estas fechas es una puntilla polvorienta. Ayer tocaba reírse, por fin, de la inmortalidad borrajas. Al tío Manolo, que tiene ochenta, le cayó encima una paca de paja de trescientos kilos la semana pasada y, después de tanto susto, resulta que no le rompió ni una costilla.

Está creciendo el maíz, que aquí se llama panizo, y para llegar a los bancos de la orilla atravesamos un laberinto verde, una muralla que crece con bigote. Dice la tía Emma que el panizo tiene bigotes- y es que pasó la infancia disfrazada con pelo de pinochera-explica mi madre, que representa la facción cosmopolita y racionalista del equipo.

martes, 14 de julio de 2009

Remedios viejos.

He amanecido alicaída, el calor, y como necesitaba energía urgentemente he recurrido a los viejos remedios.



Mejor doble ración:



Salud

sábado, 11 de julio de 2009

Sábado: las lecturas irreversibles.


Alguien, inocentemente, se remontó al génesis y me preguntó por los primeros síntomas.

He aprovechado para hacer de esa pregunta una regresión lenta.

Me voy contestando poco a poco y hoy he pensado que Carson McCullers fue pronto, no sé cuando, pero muy pronto, un síntoma bien agudo.

No era para leer y pernoctar la densidad del personaje de Amalia, aquella tabernera introvertida, fuerte, huesuda que, vestida de novia, cruza un día en cuatro garradas la plaza que va hasta la iglesia desde su café triste. No dejaba indemne intuir a alguien doblegado por un calambre vital así, hipnotizada primero por el traje de boda y luego por la contrahechura alegre de su primo

Un fragmento y la recomendación de leer y releer La balada del café triste.

Un hilandero que no ha estado pensando toda la semana más que en los telares, la comida y la cama, bebe de aquel whisky y tropieza con un lirio silvestre. Y toma el lirio en su mano, se queda contemplando la delicada corola de oro, y de pronto se siente invadido por una ternura tan viva como un dolor. Podrá sufrir, podrá consumirse de gozo, pero la verdad ha salido a la luz: ha calentado su alma y ha podido ver el mensaje que estaba oculto en ella

Carson McCullers

viernes, 10 de julio de 2009

¡Ay!, que creo que he hecho un poema visual



Y no lo creo tanto por los resultados como porque cuando he visto ese papelito que sale en el papel de fumar estaba recordando una pregunta de
No haber nacido de Gonzalo Escarpa y quizá por eso lo he visto:

¿Cuánto te mide a ti la claridad?

(lo que más me ha gustado son las últimas palabras: Filtros de urge y los puntos suspensivos al otro lado. Gonzalo si es mi primer poema te lo dedico, ¡por inspirador!)

jueves, 9 de julio de 2009

Ni el mundo ni yo somos sólidos



Me gusta leer vaticinios, disfruto con los textos de los que miraban con la palma en el entrecejo el futuro, me gusta calcular en qué acertaron y en qué no. Nunca carece de interés puesto que somos el futuro del que hablaban.

Musil decía de nosotros:

Notaran que, lejos de haberse vuelto mudos, hablan, pero sin elegir las palabras: son
las palabras quienes los eligen


Robert Musil El hombre sin atributos

La imagen es de
Vito Acconci

miércoles, 8 de julio de 2009

Los cristales de las verdades no dichas son venenos insolubles


Esta vez me toca a mí perorar durante el paseo. Casi había decidido dejar de leer periódicos porque a las ocho ya estoy al corriente de todas las novedades. Para rabiar en seco mi madre y mi tía; llevan al dedillo las subidas hipotéticas de impuestos, los bailes de pactos, quién se levantó y quién no se sentó, los aún futuros planes de las ETTs y los mínimos detalles de la mesa esa de los contratos gratis del siglo XXI.

Pero hoy me toca a mí contarles.

Había un tremendo silencio, el aire estaba cargado de desconfianza -les digo de Honduras- me pareció siempre un lugar opaco, en el que a la gente le habían bajado el volumen (se notaba mucho viniendo de El Salvador o llegando de Nicaragua) Eso me pasaba también en Guatemala, pero de otra manera, en Guate la eterna primavera y los colores indígenas maquillaban de otro modo la tristeza.

Y les sigo contando como es de hermosa la costa garifuna, las playas de Tela y de la Ceiba, Trujillo. Y también les cuento las ruinas de Copan, y lo que pasó en aquella plaza de Santa Rosa y las fronteras, el Amatillo y el Ocotal, dónde un día me cobraron cinco lempiras más argumentando que se había ido la luz.

Y luego, cuando vuelvo a casa, me pongo a navegar buscando no sé qué, algo que explique por qué sucede en Honduras esto y ahora. ¿Qué se está calculando y qué viene después? ¡qué retrato, de tamaño natural, el de los medios internacionales cuando contaban la noticia sin decir “golpe de estado”! ¡Qué independiente la oligarquía Hondureña, de pronto, con lo sometida a los Estados que estuvo siempre! ¿Ahora da golpes de estado ella sola?

El título es de María Zambrano.

El cuadro de Grandville, alguien que interesó a Poe y a Darío. Uno que se volvió loco por dibujar tan pormenizadamente sus sueños.

sábado, 4 de julio de 2009

Fue bien difícil llegar tan cerca o el pacto peripatético


A las siete la luz de la plaza sigue siendo grisácea, tachonada por el verde cetrino de los dos olivos de la esquina; cuando había pinos amanecía antes, cientos de pájaros acudían a aquel verde más vivo, llegaban tantos que doblaban las ramas. Como si hubieran sido convocados a una factoría dónde piar fuerte era la tarea. Ahora sólo quedan unos pocos gorriones agazapados entre los olivos. ¿Dónde se reunirán los otros?, y estos, ¿por qué no van?

Preguntas que sólo se hace una cuando está medio dormida. Me reprendo y luego paso a buscar a mi madre, que está más dormida aún, y de muy mal humor:

-Seré desgraciada: llevaba diez minutos despierta preparándome para el placer de un café bien frío, y me he confundido de vaso: acabo de tomarme medio palmero de vino que quedó anoche con leche. No sé si reír o llorar, ¿y si estoy borracha? Anda vámonos, que tu tía ya estará loca, y yo este mal sabor de boca no sé cómo arreglarlo.

Ya son las s siete y cuarto, nosotras miramos a Emma desde la ventanilla del coche y ella nos mira desde detrás del periódico, de la mesa camilla, del costurero y del dintel, si le diéramos tiempo nos miraría desde detrás de la chimenea, de los sofás, de los cuadros, desde detrás, detrás de las gafas, y del tiempo, tiene esa manía de ponerse detrás de todo, corretea hacía atrás todas las mañanas, retrocede cargada con la arrolladora razón del que madruga mucho, del que está más despierto y ve esquinas del tiempo que los demás ignoran.

-Ya es hora no.

Y llegamos más o menos y veinte al axi mundi, el huerto del abuelo que ahora cuidan mis tíos, al puente de la caña.

-A las siete me traía la abuela a coger judías. Cómo si tuviéramos cita con la hortaliza.

-Y es verdad, exagerada era la madre con la puntualidad, tienes razón, era puntual hasta con las hortalizas, a las once las judías en la cazuela.

-Con cebolla

-Y con calabaza

-Era estricta, estricta.

-Y nosotras hemos salido, pues eso, anárquicas, ¡era una misa aquella casa!, ¡pobres pero estrictos! a la una la comida en la mesa, hasta las tres y media siesta. Luego ha resultado que a mi también me gustan los ritos. Me reconcilié cuando se me olvidó que todo aquello era obligatorio.

-Eso iba a decirte, que bien ritual te has vuelto Emma. Y tú no te quejes si tu abuela te hacía madrugar, que bien ciega que estabas con la casa de la abuela. Madrugarías por gusto, que yo no te he hecho madrugar nunca. Cambiando de tema, Emma, están encorriendo mucho a los tomates este año, están verdes como cerollas.

-¡Cómo no los van a encorrer si somos nueve casas comiendo tomate!

Y emprendemos el camino hasta el río levantando una nube de polvo entre las tres.

Nos cruzamos con gente, las quince o veinte almas que transitan desde siempre ese trozo de huerta y que nos saludan diciendo de paso adiós, y siguen quietos, o andando muy despacio, cada cual en su contemplación porque madrugar tanto para no estar a lo tuyo es una tontería. Y estás dos narran, a dos voces en según que tramos. Eso hago de siete a diez de la mañana desde hace un mes. Son higiénicos los debates eternos de esas dos hermanitas, y madrugar, y pasear, y la ribera.